Unkel (Alemania), 15 de marzo de 1945
Tras agotadoras jornadas estabilizando el frente y realizando operaciones de limpieza, la ofensiva parecía haberse reanudado y los alemanes al oeste del Rin parecían retirarse en desbandada hacia su orilla del río. Sin embargo, la orden no era perseguirle, ni siquiera enfrentarles, la orden era adelantarles y capturar los puentes antes de que los volaran. La carrera era tan alocada que las unidades se mezclaban, se perdían y se volvía a encontrar en sitios diferentes. Fue así como la Sangrienta Siete fue testigo de la voladura del puente de Lunderdorf donde, afortunadamente, no estaban en él, pero más tarde se enteraron que otros compañeros del Primer Ejército habían capturado el puente de Remagen intacto. Bueno, había volado, pero no había caído y los ejércitos Aliados lo cruzaban y se internaban en Alemania.
De nuevo corrieron para alcanzar ese puente y cruzarlo y en la otra orilla esperaron para reagruparse. Como de costumbre, los Siete iban a la vanguardia de su división y tocaba esperar. Tampoco es que hubiera prisa. Uno a uno fueron saludando a todos los que llegaban y mientras la unidad se reconstituía en la cabeza de playa, sucedió lo impensable. ¡El puente colapsó! ¡Se habían quedado atrapados a este lado del río! Sigue leyendo