Durante la Guerra de los Portales los más habilidosos herreros construían jaulas antimagia hechas de un material especial que recibía muchos nombres, pero al que llamaremos eriolina. Se dice que los enanos fueron los primeros en fabricarlas, pero podría ser parte de esas leyendas urbanas que atribuye a estos cualquier invención relacionada con los metales.
En aquellos días, con terribles y poderosos magos, el secreto era fabricar estas jaulas de la forma más discreta y obligar al mago a entrar en su interior. Una vez dentro quedaría aislado de su fuente de poder y no podría conjurar magia, momento en el que los Cazadores de Magos aprovechaban para acabar con ellos de la forma más rápida posible. Que el mago no pueda usar su magia no implica que no pueda andar y salir de la trampa.
Es poco probable que quede algún artesano que sepa fabricar alguna de estas jaulas, pero sí quedan algunos que saben repararlas y comprenden, un poco, su funcionamiento. El secreto de la jaula no es que anule la magia sino que hace que esta fluya por el exterior sin llegar al interior. Dicho de otra forma, la energía mágica al alcanzar el exterior de la jaula cambia de rumbo, rodea la superficie y continúa por uno de los extremos de la jaula, pero ni una gota alcanza el interior. Cualquier magia que quedara en el interior en el momento de cerrar la jaula también huiría a uno de los extremos donde saldría despedida. Sigue leyendo