Comandos – 3×14 – Las tripas de la Alimaña

Benneckenstein, Alemania. 19 de abril de 1945

El camino no les llevó a Berlín, sino que avanzaron con decisión hacia el este, cada vez más cerca de Leipzig, lo que no les pareció un mal objetivo para después girar al norte y entrar en Berlín. ¿Cuán equivocados podíamos estar? Sin ellos saberlo, el Alto Mando había dado ya la orden a algunas unidades su propio Ejército que se detuvieran, que no avanzaran más. No así a ellos. Además, creían que el ejército alemán estaba destruido y que solo encontrarían unidades dispersas y mal organizadas con armamento antiguo o sin él, pero para su sorpresa, les esperaban unidades motivadas que querían resistir lo suficiente para dar tiempo a la mítica ofensiva final que les salvaría del desastre.

La Sangrienta Siete siguió avanzando, combatieron en las montañas Harz, un entorno lleno de bosques y escondrijos donde tenían que tener ojos en la nuca para esquivar a todos esos malditos tiradores apostados. Y cruzaron la frontera alemana con Checoslovaquia (la vieja frontera aunque los alemanes la habían movido un poco de sitio) y se enfrentaron en terrenos de bosques y aldeas a dispersos defensores alemanes, en Kyn?perk nad Oh?í, Prameny hasta llegar a la pequeña localidad de Mnichov. Allí combatió por última vez la Sangrienta Siete, aunque ellos aún no lo sabían. Sigue leyendo

Comandos – 3×13 – Remagen

Unkel (Alemania), 15 de marzo de 1945

Tras agotadoras jornadas estabilizando el frente y realizando operaciones de limpieza, la ofensiva parecía haberse reanudado y los alemanes al oeste del Rin parecían retirarse en desbandada hacia su orilla del río. Sin embargo, la orden no era perseguirle, ni siquiera enfrentarles, la orden era adelantarles y capturar los puentes antes de que los volaran. La carrera era tan alocada que las unidades se mezclaban, se perdían y se volvía a encontrar en sitios diferentes. Fue así como la Sangrienta Siete fue testigo de la voladura del puente de Lunderdorf donde, afortunadamente, no estaban en él, pero más tarde se enteraron que otros compañeros del Primer Ejército habían capturado el puente de Remagen intacto. Bueno, había volado, pero no había caído y los ejércitos Aliados lo cruzaban y se internaban en Alemania.

De nuevo corrieron para alcanzar ese puente y cruzarlo y en la otra orilla esperaron para reagruparse. Como de costumbre, los Siete iban a la vanguardia de su división y tocaba esperar. Tampoco es que hubiera prisa. Uno a uno fueron saludando a todos los que llegaban y mientras la unidad se reconstituía en la cabeza de playa, sucedió lo impensable. ¡El puente colapsó! ¡Se habían quedado atrapados a este lado del río! Sigue leyendo

Comandos – Cocina de campaña

Todos los ejércitos tenían alguna forma de llevar el rancho a sus soldados, desde cocinas móviles y dotaciones especiales (como los animales) a raciones especiales que se distribuían entre los soldados (como los estadounidenses), pero si hay una verdad en cualquier ejército del mundo y en cualquier época es que el rancho es siempre mejorable. No era de extrañar que las vanguardias de las tropas siempre tuvieran un ojo puesto en el enemigo y otro en la posible requisa de viandas. Apropiarse de un animal, de verduras frescas, de huevos o, incluso, de mermeladas y conservas varias, era siempre motivo de alegría (casi tanto como capturar el camión del licor del oficial enemigo).

Cocina en el frente ruso

Por ello, algunos personajes que hayan pasado por la rama civil de la creación podrían haber sido cocineros (o pinches) y tener ciertas habilidades culinarias.

Habilidad secundaria (cocinar)

Aquellos personajes que lo deseen podrán cambiar los puntos permitidos de la rama civil de la habilidad de química por la habilidad secundaria de Cocinar. Trátala igual que esta habilidad en la creación (en especial, en los puntos permitidos en cada paso). Sigue leyendo

Comandos – ¡Empujad!

Henri Chapelle (Bélgica), 14 de septiembre de 1944

Estaban a poco más de un kilómetro de la ciudad de Lieja (Liege) y entre el humo del bombardeo preliminar se veían las siluetas de las casas de la población. Varias alturas y techos inclinados. Alguien comentó que allí debía nevar bastante y alguien, quizás un oficial, le respondió que no pensaba estar allí en invierno. Esas pequeñas bromas antes de la batalla.

Aquella ciudad había sido testigo de los inicios de dos guerras mundiales y la Sangrienta Siete (y alguno más) avanzaba pegada a los carros de combate para liberarla. No había recorrido ni la mitad del terreno cuando empezaron a llegar las primeras descargas.

-Son morteros -avisó Rogers y cómo siempre, uno se preguntaba cómo era capaz de reconocerlos solo por el sonido. Se agruparon en la parte trasera del Sherman que los cubría esperando que ningún disparo fuera ligeramente largo. Los oídos se les taponaron cuando su parapeto respondió al fuego y una barricada de entrada a la ciudad voló por los aires. Sigue leyendo

Comandos – ¡Empujad!

Henri Chapelle (Bélgica), 14 de septiembre de 1944

Estaban a poco más de un kilómetro de la ciudad de Lieja (Liege) y entre el humo del bombardeo preliminar se veían las siluetas de las casas de la población. Varias alturas y techos inclinados. Alguien comentó que allí debía nevar bastante y alguien, quizás un oficial, le respondió que no pensaba estar allí en invierno. Esas pequeñas bromas antes de la batalla.

Aquella ciudad había sido testigo de los inicios de dos guerras mundiales y la Sangrienta Siete (y alguno más) avanzaba pegada a los carros de combate para liberarla. No había recorrido ni la mitad del terreno cuando empezaron a llegar las primeras descargas.

-Son morteros -avisó Rogers y cómo siempre, uno se preguntaba cómo era capaz de reconocerlos solo por el sonido. Se agruparon en la parte trasera del Sherman que los cubría esperando que ningún disparo fuera ligeramente largo. Los oídos se les taponaron cuando su parapeto respondió al fuego y una barricada de entrada a la ciudad voló por los aires. Sigue leyendo

Comandos – El cruce del Mosa

Namur, río Mosa, 7 de septiembre de 1944

La mañana no era agradable. El septiembre belga era más desapacible que el que recordaban allá en su América ahora tan lejana. Había avanzado casi tan deprisa como los alemanes se habían retirado, pero estaban llegando al límite y, sabían, que sus enemigos pronto no podrían retirarse más. Aquella mañana, el río parecía moverse de forma perezosa y la Sangrienta Siete aguardaba en la entrada del puente expectante, observando las ventanas de todas las casas en la otra orilla esperando un brillo, un destello que delatara la posición de una ametralladora, un francotirador o, incluso, un cañón antitanque.

Habían pasado la noche cerca, mal durmiendo en pequeñas granjas y con funestos pensamientos del asalto que vendría al amanecer. Habían cruzado la parte de la ciudad sin recibir ningún disparo y rodeados de ventanas con sábanas blancas, pero la ciudad al otro lado del agua no tenía señales que les tranquilizaran. Y ahí estaba el puente, no más de cien metros con siete arcos de piedra que le daban pendiente hacia ambas orillas y un pequeño parapeto también de piedra protegiendo de la caída. No había barricadas, ni defensas, ningún sitio donde cobijarse en aquellos largos cien metros. Al otro lado la calle continuaba girando un poco a la izquierda. Un conjunto de casas en L de dos y tres alturas custodiaban la esquina derecha y otro, de viviendas más estrechas, la izquierda. Las casas eran blancas y rojas y sus tejados negros y muy inclinados. Sigue leyendo

Comandos – El cruce del río

El río Yorne, principios de septiembre de 1944

El río no estaba muy crecido en aquella época de año, pero, aun así, era necesario capturar un puente para que los vehículos de transporte y de logística que deberían pasar después. El mando pensó que en vez de capturar uno largo que cruzara todo el río, era mucho mejor capturar dos, una hasta una isla intermedia y otro desde esta hasta la otra orilla. Que la isla estuviera edificada y tuviera una iglesia en su centro con un alto campanario que dominaba la zona a varios kilómetros a la redonda, no parecía un gran obstáculo.

Y ahí estaba la Sangrienta Siete, de nuevo voluntarios sin quererlo, esperando en la fría mañana que se diera la señal de partida. Y esta llegó con el sordo ruido de los cañones por encima de sus cabezas. Las bombas de humo blanco cayeron sobre la otra orilla y la isla y parecieron agarrarse al terreno por efecto de la humedad. Las aguas se cubrieron de una falsa niebla perezosa. Sigue leyendo

Comandos – 300 kilómetros

Moulin de Corbail, finales de agosto de 1944

La bolsa no había funcionado bien. Sí, algunas unidades se habían rendido, pero un contraataque alemán había abierto una brecha y los alemanes se retiraban hacia el este perseguidos por todas las unidades disponibles; la Sangrienta Siete siempre estaba disponible, a pesar de que solo le quedaba un novato entre sus filas. De hecho, estaba durando demasiado, habría que preguntarle su nombre.

Un problema añadido es que los muchachos de la dragón, los que habían desembarcado en el sur, venían empujando a otra gran cantidad de boches. Tenían que cerrarles la salida antes de que pudieran llegar a Alemania. Pero no había vehículos, no había gasolina y gran parte del camino tenían que hacerla a pie. ¡Maldita sea! ¿Eran de la infantería, o no?

—Sí, pero no podemos correr todo el camino hasta Berlín.

Era John, el nuevo superviviente, quién así había hablado. Y un poco de razón no le faltaba. ¿Qué podían hacer? Conseguir un vehículo para ellos, era sencillo, Fernandez podía, pero para toda la unidad era un poco más complicado. Sigue leyendo

Comandos – Aguantando la bolsa

Bagnoles de l’Orne, 17 de agosto de 1944

-El problema de apretar una bolsa -explicaba el sargento- es que el aire o el líquido del interior tiende a reventarla por el punto más débil, lo que, por lo general, ocurre cerca de la boca de la bolsa. -Y con un gesto rápido golpeó la bolsa de tela contra el suelo lo que hizo que se le reventaran las costuras de la parte superior-. ¿Veis este agujero? -añadió enseñando un dedo por el siete-. Aquí estamos nosotros y el capitán no quiere que la bolsa se rasgue por nuestra posición.

Con aquella explicación, la Sangrienta Siete supo que su siguiente misión no era avanzar, sino retener. Había pasado varios días persiguiendo a los alemanes, pero los habían atrapado. Polacos y canadienses luchaban por encontrarse y mantener sellada la salida del este, pero ellos debían detener cualquier intento de ruptura por su zona.

Los primeros en asomar la cabeza fueron algunos elementos del 5º Ejército y, en concreto, varios panzer IV acompañados por panzergranaderos. A ellos les correspondió lidiar con estos segundos, pero los chicos de los cazas fueron la pesadilla de los carros. De vez en cuando, alguno conseguía alcanzar la protección de los árboles bajo los que ellos estaban, pero allí se encontraban con la sorpresa de los wolverines agazapados. Los muchachos de los M10 eran antipáticos, pero eficaces. Sigue leyendo

Comandos – Coronel Doan

La operación Cobra había sido un éxito, eso decían los jefes, y tras varios meses de avances agónicos en las playas de Normandía, las jornadas se contaban por kilómetros. Algunos los hacían en carros de combate o en semiorugas, pero otros los recorrían andando.

-Menos mal, no creo que hubiera podido llegar a Berlín con estas botas -aseguró Fernandez antes de subir a un vehículo de transporte.

-Píllate otras en la zapatería del próximo pueblo -le respondió con sorna el sargento mientras cerraba la portezuela trasera.

Pero no quedaban zapaterías en Francia y pocas cosas más. Habían pasado varios días reparando varios puentes. No sabían si los habían destruido los alemanes, la aviación Aliada o los partisanos franceses, pero ahora les hacía falta. La única forma de llevar botas al pobre Fernandez era que hubiera puentes donde pudieran cruzar los de logística.

A veces se detenían al salir de una curva porque el vehículo de cabeza descubría un anticarro alemán agazapado. Entonces se desplegaban, lo flanqueaban y acababan con la dotación y las unidades de protección. Era un macabro juego que trataba de retrasar su avance, pero ellos sabían que no lo podían permitir. Si el mando alemán volvía a construir un sólido frente, cosa que haría tarde o temprano, tendría que volver a empujarlos centímetro a centímetro. Cuando más cerca estuviera eso de Alemania mejor. En ocasiones se encontraban con columnas alemanas que iban en su misma dirección y la situación se complicaba. ¿Se detenían para atracarles, avanzaban detrás de ellos? Sigue leyendo