Xâlin, Solario 1547
Lo primero que les indicó que aquella no era una cadena normal, aunque aumentada de tamaño, fueron las estructuras metálicas que sobresalían de ella. No quedaba claro su uso, pero había cierta regularidad en su disposición. Además, aquello les hizo darse cuenta de algo que deberían haber adivinado: los eslabones eran más grandes. ¿Cuánto llevaban descendiendo? Sentían que los flotadores de tillium tiraban de ellos hacia arriba, pero nadie estaba dispuesto a quitárselos todavía. La cadena oscilaba con peligro movida por las corrientes de aire, un mal paso y acabarían perdidos en el Vacío.
De repente, dos de esas estructuras metálicas custodiaban un agujero con forma de arco de medio punto. Había herrajes en uno de sus laterales, pero sí sostenían una puerta, hacía tiempo que había desaparecido. A pesar de que la oscuridad no invitaba a pasar, descender por el interior de la cadena siempre era mejor que seguir haciéndolo por el exterior. Además, aquello era algo que esperaban. Siguro les había contado las historias de un asentamiento que vivía dentro de las cadenas. Sigue leyendo