Traficantes

El edificio se encuentra casi en ruinas, de sus cincuenta alturas apenas veinte tienen algún ocupante y ninguno se mira, ni siquiera cuando se desplazan en el elevador interior. Ramón vive en la segunda planta, concretamente en la puerta H. En una vivienda completamente enrejada a la que le han pintado tantos grafitis en su fachada que ya no se distingue dónde empieza uno y acaba otro, amontonados sin piedad en una amalgama de dibujos y frases inacabadas. Solo uno se mantiene por encima de los demás, encuadrado alrededor de una de sus ventanas y siempre limpio. Se trata de un ofidio enroscado sobre sí mismo circunvalando el alfeizar, en realidad es una señal holográfica que indica que Ramón tiene mercancías para vender y que utiliza tanto aquí como en la esfera de datos, para avisar a sus clientes. Sigue leyendo →