El Mosquito es el ejemplo más sublime de miniaturización que ha escapado de las garras de la CIA y se ha abierto camino hasta la calle. Se trata de pequeños drones voladores de unos tres centímetros que integran un sistema de cámaras y micrófonos con capacidad de trasmisión con un alcance de doscientos metros.
Con una autonomía de una hora de vuelo y la capacidad de poder transmitir lo que captan sus micrófonos y cámaras durante horas, este pequeño espía es lo más puntero que uno puede comprar en el mercado negro, con precios no inferiores a los cuatro mil euros. El dron puede programarse para ir a un punto específico o puede ser pilotado en remoto por el usuario. Sus seis patas articuladas tienen un acabado con micro rugosidades que le permiten permanecer adheridas a cualquier superficie, incluso vidrio.
El dispositivo cuenta con un puerto de carga que se puede enchufar a cualquier voltaje y, vía una app exclusiva, puede trasmitir lo registrado al móvil del propietario, o a un ordenador o tablet e incluso pilotar el dron con el dispositivo. Sigue leyendo