La derrota de Francia en 1940 puso en una difícil situación a Gran Bretaña. La más inmediata, una posible invasión alemana parecía alejarse gracias a la decidida y acertada acción de la RAF, pero la amenaza de la guerra submarina hacía que el abastecimiento de las islas estuviera en peligro. Gran Bretaña sabía las posibilidades de esa estrategia porque era la misma que ellos habían usado contra Alemania durante la Primera Guerra Mundial, el bloqueo marítimo que impedía la llegada de materias primas al país.
La costa francesa era un óptimo lugar desde el que podían operar los submarinos, principales responsables de la guerra contra el tráfico marítimo que se estaba desarrollando en el Atlántico. Los puertos franceses en manos alemanas aumentaban el peligro al reducir el tiempo de tránsito de las embarcaciones a los lugares de ataque a los convoyes. Se había tomado medidas para protegerlos, incluso aquellos puertos que estaban cerca de Gran Bretaña eran castigados por la RAF de forma sistemática (hasta el punto de obligar a los submarinos a sumergirse para entrar o salir de ellos), pero había un puerto en la costa sur de la Bretaña francesa, a orillas del río Loire, que era un hueso duro de roer para la aviación. Hablamos de St. Nazaire. A diferencia de otros puertos franceses, el puerto tenía un dique seco de gran tamaño donde se podría reparar buques de superficie de gran tonelaje, incluyendo al Bismark. Por todo ello, el mando británico decidió realizar una operación de comandos para destruir las instalaciones portuarias de la ciudad de St. Nazaire, esa operación recibió el sobrenombre de Chariot. Sigue leyendo