La derrota de Francia en 1940 puso en una difícil situación a Gran Bretaña. La más inmediata, una posible invasión alemana parecía alejarse gracias a la decidida y acertada acción de la RAF, pero la amenaza de la guerra submarina hacía que el abastecimiento de las islas estuviera en peligro. Gran Bretaña sabía las posibilidades de esa estrategia porque era la misma que ellos habían usado contra Alemania durante la Primera Guerra Mundial, el bloqueo marítimo que impedía la llegada de materias primas al país.
La costa francesa era un óptimo lugar desde el que podían operar los submarinos, principales responsables de la guerra contra el tráfico marítimo que se estaba desarrollando en el Atlántico. Los puertos franceses en manos alemanas aumentaban el peligro al reducir el tiempo de tránsito de las embarcaciones a los lugares de ataque a los convoyes. Se había tomado medidas para protegerlos, incluso aquellos puertos que estaban cerca de Gran Bretaña eran castigados por la RAF de forma sistemática (hasta el punto de obligar a los submarinos a sumergirse para entrar o salir de ellos), pero había un puerto en la costa sur de la Bretaña francesa, a orillas del río Loire, que era un hueso duro de roer para la aviación. Hablamos de St. Nazaire. A diferencia de otros puertos franceses, el puerto tenía un dique seco de gran tamaño donde se podría reparar buques de superficie de gran tonelaje, incluyendo al Bismark. Por todo ello, el mando británico decidió realizar una operación de comandos para destruir las instalaciones portuarias de la ciudad de St. Nazaire, esa operación recibió el sobrenombre de Chariot.
El plan británico era bastante sencillo, a la vez que audaz. Consistía en acercarse al puerto a bordo de un destructor, superar las defensas e incrustarlo contra las esclusas del dique seco. Ocurrido esto, el barco se inundaría para que los alemanes no pudieran retirarlo y saltarían del barco los comandos de su interior para realizar otras demoliciones en las estructuras del puerto y luego serían reembarcados en otros buques (otros dos destructores de escolta) y devueltos a Gran Bretaña. Horas después, el destructor empotrado debería explotar y destruir las esclusas. Para favorecer que las defensas alemanas no estuvieran atentas a la aproximación, la ciudad sería bombardeada previamente por una formación de 60 bombarderos británicos.
El destructor elegido para hacer de ariete fue el HMS Campbeltown, un modelo viejo de cuatro chimeneas al que se le quitarían dos y se le modificaría la sobre cubierta para que se pareciera a los barcos alemanes, en concreto a un torpedero de la clase Möwe. Además de los dos destructores de escolta, en la operación participarían 18 lanchas motoras, varias lanchas torpederas, una cañonera, 611 comandos y varios cazas Spitfire como cobertura. En el puerto les esperaban 5.000 defensores, unos 1.000 artilleros en las baterías costeras, con cañones de 88 mm (en el dique) y de 40 mm en el estuario.
La operación comenzaría el 26 de marzo de 1942 con la partida del puerto bajo la cobertura de los Spitfire. En ruta se toparon con un submarino y los dos destructores de escolta se enfrentaron a él y le obligaron a sumergirse.
Al día siguiente los destructores se retirarían y el resto de la flotilla izaría la bandera alemana para entrar en el puerto. El bombardeo previo, lejos de conseguir el resultado buscado, había puesto sobre alerta a las dotaciones de las baterías y de las defensas portuarias y el convoy fue detectado entrando en el estuario a la 1:20 de la madrugada. Consiguieron ganar un poco de tiempo intercambiando información, mediante señales luminosas, con los defensores, pero a las 1:28 los alemanes supieron que era un engaño y empezaron a abrir fuego contra las embarcaciones. Muchas de las embarcaciones pequeñas se hundieron, con los comandos en su interior, pero, a pesar del intenso fuego, el Campbeldown consiguió impactar contra el dique y la tripulación consiguió abrir los pasos de agua que lo hundiría. Los comandos saltaron al puerto y así se enfrentaron a fuerzas que les estaban esperando y que eran superiores en número. Aun así, consiguieron llevar a cabo algunas de sus misiones secundarias.
Poco a poco, los defensores alemanes superaron a los comandos y los intentos de rescatarlos con las lanchas supervivientes acabaron en llameantes fracasos. La torpedera consiguió salir del estuario con algunos supervivientes, pero la mayoría de ellos se dividieron en pequeños grupos e intentaron abrirse camino fuera de la ciudad. Pocos lo lograron y la mayoría acabarían como prisioneros de los alemanes o muertos.
Los alemanes, confiados de que habían detenido la incursión, se vieron sorprendidos cuando el barco explotó a las 10:00 de la mañana destruyendo las esclusas principales del dique y unos torpedos, también con temporizador, destruyeron las esclusas viejas. El dique del puerto de St. Nazaire resultó inutilizado y los barcos de superficie alemanes no pudieron utilizarlo durante toda la guerra. No sería reparado hasta 1952. La operación había costado la vida a 169 personas, muchos más fueron hechos prisioneros y solo dos de las embarcaciones que entraron en el estuario consiguieron volver a Gran Bretaña. Sin embargo, a pesar de las cifras, la Operación Chariot fue un éxito que limitó las posibilidades de la marina de guerra alemana en el Atlántico.