Tras el verano de 1944, las tropas soviéticas se acercaron a las fronteras húngaras y el regente de Hungría, almirante Miklós Horthy, inició conversaciones secretas para firmar un armisticio de su país con la URSS. El almirante sabía que los planes alemanes no era defender Hungría, sino utilizar a los húngaros y su ejército como carne de cañón para frenar y desgastar a los soviéticos. La delegación húngara enviada a Moscú iba con intenciones de negociar las condiciones para la rendición, las autoridades soviéticas fueron bastante inflexibles y exigieron la rendición incondicional. Aquello retraso las negociaciones hasta el 10 de octubre e hizo que sus antiguos aliados, los alemanes, tuvieran noticias de ellas a través de sus agentes.
Parte del acuerdo alcanzado incluía que las tropas húngaras se unirían a las soviéticas y lucharían contra las alemanas, pero Alemania ya ocupaba Hungría desde marzo de 1944 y aunque lo había hecho con la colaboración del gobierno húngaro, había una especie de doble poder en el país, el húngaro, sobre la población civil y las tropas húngaras, y el alemán, sobre los puntos estratégicos, las decisiones militares y la estrategia global. Horthy realizó algunos preparativos el día 10 y 11 con los ejércitos húngaros para explicarles lo que ocurriría tras el anuncio del armisticio; también tuvo reuniones con diferentes fuerzas políticas de la oposición para advertirles de lo que iba a ocurrir, algunas organizaron huelgas para y otras exigieron negociar con los soviéticos. Todos estos retrasos fueron poniendo cada vez más nerviosos a los soviéticos, que veían que las tropas que deberían rendirse no lo hacían, y dieron a los alemanes tiempo a preparar su operación Panzerfaust. Sigue leyendo