Henri Chapelle (Bélgica), 14 de septiembre de 1944
Estaban a poco más de un kilómetro de la ciudad de Lieja (Liege) y entre el humo del bombardeo preliminar se veían las siluetas de las casas de la población. Varias alturas y techos inclinados. Alguien comentó que allí debía nevar bastante y alguien, quizás un oficial, le respondió que no pensaba estar allí en invierno. Esas pequeñas bromas antes de la batalla.
Aquella ciudad había sido testigo de los inicios de dos guerras mundiales y la Sangrienta Siete (y alguno más) avanzaba pegada a los carros de combate para liberarla. No había recorrido ni la mitad del terreno cuando empezaron a llegar las primeras descargas.
-Son morteros -avisó Rogers y cómo siempre, uno se preguntaba cómo era capaz de reconocerlos solo por el sonido. Se agruparon en la parte trasera del Sherman que los cubría esperando que ningún disparo fuera ligeramente largo. Los oídos se les taponaron cuando su parapeto respondió al fuego y una barricada de entrada a la ciudad voló por los aires. Sigue leyendo