La pluma se movía sobre los papeles a una endiablada velocidad. Tras unos días en los que pensaba que se les iba, el anciano maestro había recuperado su rutina habitual. Cuando estaba en ese frenesí de escritura no le gustaba interrumpirle, pero no podía tener a aquel hombre esperando en la puerta.
—Jefe, hay un mensajero en la entrada con un envío enorme.
—¿De dónde viene? —respondió sin detenerse.
—No lo he preguntado, pero en la caja pone 25×25.
—¡Ah! Sí, sí, qué rápidos —marcó con fuerza el final de la frase que escribía. Alzó los ojos y añadió:— Cógelo, por favor, y llévalo a la sala principal. Publico esto y voy enseguida.
Desde el Sótano (desdeelsotano.com).
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