Por: Don Toribio Hidalgo
El jefe llamó a Padilla a su despacho, lo que, en el viejo idioma de la Hermandad, significaba que había algún asunto turbio entre manos y la autoridad ya había encontrado voluntarios. La faena encargada, sin embargo, no parecía tan desagradable. Quizás había que revisar los manuales. Por boca de su jefe, Padilla supo que un agente de la Junta Central se alojaría esa noche en el pueblo y que continuaría su camino al día siguiente. Su deber era protegerle, darle escolta mientras estuviera en el pueblo y acompañarle hasta las lindes a la mañana. Sigue leyendo