Cuando Adam, uno de los tres fundadores del gremio de joyeros [20343 ], se obsesionó con darle esquinazo a la muerte, puso todo su conocimiento sobre la creación de joyas mágicas en intentar alcanzar su deseado objetivo. Aunque nadie sabe que sucedió finalmente con él, durante todo ese tiempo muchas fueron las joyas que salieron de sus talleres.
El conocimiento del tallaje de estas obras pasó a algunos de los miembros más selectos del gremio. Uno de estos artefactos es el llamado «colgante Friamuerte».
El poder de estos colgantes es sencillo. Cuando se coloca uno de estos en el cuello de una persona que haya fallecido recientemente su cuerpo no sufrirá ningún tipo de descomposición mientras lo lleve puesto. Aunque su uso no es demasiado útil, se ha convertido en un objeto casi sagrado para el gremio y en una tradición en sus ritos fúnebres. De esta forma, cuando un alto mando del gremio toma por primera vez su cargo se crea un colgante Friamuerte en el que se graba su nombre. Tras esto la joya es guardada hasta que su dueño fallece. Parte del rito fúnebre para estos personajes incluye el colocarle el colgante entre cánticos y aroma a incienso.
La oscuridad de los colgantes
Sin embargo la talla de estos colgantes no están exentas de peligro. Si aquel que fabrica el collar no tiene la suficiente habilidad para hacerlo, podría deformar los bordes de la piedra preciosa que se usa para hacerlo y desfigurar el poder que emana del conjunto de la joya. Si esto sucede, el cadáver podría alzarse como un muerto reanimado a las dos horas de colocarlo. Estos volverán a la vida furiosos y violentos y la única forma de acabar con ellos es destruyendo el colgante al que han sido vinculados.
Al menos dos veces en la historia un fallecido del gremio se ha levantado. La primera vez que sucedió pilló a todos por sorpresa y varios joyeros murieron asesinados por el no muerto hasta que este fue derrotado.
Cuentan que el gremio esconde varios colgantes tallados con este error a propósito y que alguna vez los han usado para dar un escarmiento a algún enemigo. Además hay quien pagaría auténticas fortunas por uno de ellos (ya hay quien lo ha hecho).