Número: 120. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Tras el intento de asalto y robo en Torrentebravo, Lobo y los suyos entraron en el grakin como el fuego en los campos de final del verano. Tras un torrente de amenazas y algún que otro escarceo con los guardias, el jefe decide disculparse ante los extranjeros y someter al chaman, a su propio chamán a juicio de iguales. Eso significa que se mandarán emisarios a los grakines cercanos para que envíen a chamanes o ayudantes de chamanes a juzgar a los dos acusados. La espera puede durar varias jornadas, pero un juicio de chamanes no es algo que se vea todos los días.
Lobo y su grupo aprovechan la estancia para comerciar con los habitantes del grakin, muchos de los cuales se muestran avergonzados, pero casi los mismos que se muestran pendencieros y, en más de una ocasión, Lobo debe salvar a algún parroquiano de las iras de Aarthalas.
Mientras los días pasan y el comercio decae, Lobo sospecha que algo raro está pasando en el grakin. Algunas personas les rehuyen, otras, simplemente, han desaparecido y el jefe, que se mostró tan justo a la hora de anunciar el juicio, ahora rehuye sus visitas con excusas inverosímiles. La respuesta llega pocos puños después. Aprovechando el inicio de la noche, la caravana de Lobo es reducida y algunos de sus miembros, como Motaas o Kel, acusados de ser espías para atacar a los grakines de la zona. A Motaas le acusan de ser un explorador gardan para guiar a su errante pueblo hacia las ricas tierras de Torrentebravo, mientras que a Kel le acusan directamente de ser un ladrón.
¡Han sido engañados! Los emisarios aparecen de nuevo y está claro que nadie ha avisado a los grakines vecinos y que todo el asentamiento está implicado en el asalto a las caravanas. Sin embargo, Lobo sonríe. Tiene un plan...
"¡Exijo juicio por combate!" mientras tres medwan se esfuerzan por sujetarle. El jefe le mira con odio pensando que, quizás, su plan se está resquebrajando.