Número: 180. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Según cuenta una de sus leyendas, los hermanos que más tarde serían conocidos como Gard y Ath fueron engendrados por el gran espíritu brontotigre. Este espíritu, furioso contra los mendwan y otras razas que osaban dar caza a sus hijos, se hizo carne y violó a una mujer, preñándola.
Cuando nacieron, los bebés eran tan horribles que incluso la partera de la tribu quiso llevárselos y ahogarles en el río. Para salvarlos, su madre huyó con ellos en brazos a través de la llanura pero, debilitada por la pérdida de sangre durante el parto, murió poco después. Allí fueron encontrados por una leona (una tigresa en otras versiones) que acababa de perder a sus crías y que, tras olerlos, los reconoció como sus propios parientes. La bestia los recogió y se los llevó consigo, amamantándoles con su propia leche. La leona los crio como si fueran sus propios cachorros hasta que fueron capaces de cazar por sí mismos.
Los niños crecieron y se convirtieron en dos jóvenes altos y fuertes, con cuerpos de hombre y rostros felinos, así como garras y cola de animal. Gard era un niño fuerte y colérico, con una larga y crespa melena y la piel cubierta de un pelaje color crema, mientras que el esbelto cuerpo de la grácil e indómita Ath era atigrado. Un día, la madre de ambos fue herida de muerte por las lanzas de un grupo de cazadores, y ambos jóvenes fueron capturados cuando trataban de defender el cuerpo caído de su madre.
Gard y Ath fueron llevados hasta un poblado mendwan y esclavizados. Los cazadores que les habían capturado les entregaron al jefe de la tribu, un rico caudillo que hizo que les encerrasen en un profundo pozo. Su amo hizo que un poderoso chamán crease dos collares embrujados, que ninguna mano podía abrir y que impedían a los jóvenes escapar.
Durante mucho tiempo, el caudillo mendwan les obligó a luchar en el pozo. A menudo agasajaba a sus invitados con el espectáculo de un combate a muerte, en el que enfrentaba a los hermanos contra prisioneros, criminales o esclavos. La pareja debía enfrentarse con las manos desnudas contra enemigos armados, y pronto ambos se convirtieron en grandes luchadores, capaces de derrotar a casi cualquier oponente al que se enfrentaran.
Nadie podía acercarse a ellos por miedo a ser desmembrado vivo. Cuando eran heridos, solo permitían que sus heridas fueran atendidas por un esclavo, un joven arwan al que los crueles esclavistas habían cortado las alas, ya que su olor era distinto del de aquellos que habían dado muerte a su madre. Él fue quien le puso nombre a la pareja en su propia lengua, y quien les enseñó a comunicarse rudimentariamente.
El tiempo pasó, y Gard y Ath se convirtieron en adultos. Y su odio hacia sus captores creció en idéntica medida. Un día, su cruel amo cometió un tremendo error. Con motivo de la boda de su hija con el primogénito de una poderosa tribu vecina, orquestó una gran lucha en la que los hermanos debían enfrentarse a toda una manada de leones. Y algo sucedió en el fondo de ese pozo. De alguna forma, cuando sus miradas se cruzaron, los hermanos conectaron con el espíritu de los leones. Y en ese momento todos fueron una única manada.
Con sendos zarpazos, los leones desgarraron los collares mágicos que retenían a los hermanos, liberándolos. Y entonces… se desató la matanza.
La pareja, con la ayuda de la manada de leones, aniquiló sin piedad a todos los invitados a la boda, ya fueran hombres, mujeres o niños. Nadie quedó con vida en el poblado. Incluso quienes trataron de escapar a la carrera fueron atrapados y devorados vivos por los leones, que salieron en su persecución. Nadie logró escapar. Tan solo sobrevivieron dos personas: el arwan que les había cuidado durante tanto tiempo y la hija del jefe de la tribu, que fue reclamada por Gard para sí.
Precisamente fue este el primer punto en el que ambos hermanos se enfrentaron. Ath quería dar muerte a la hija de su odiado amo, pero hacía tiempo que la joven había despertado la lujuria de Gard, que la observaba desde el fondo del pozo de lucha. Finalmente, la joven fue encerrada en el mismo pozo que habían ocupado los hermanos, a la espera de una decisión. Pero no solo era este el único punto en que ambos discrepaban: Ath pretendía reclamar el poblado como su nuevo territorio, mientras que su hermano se negaba en redondo a permanecer mucho tiempo en el lugar, sabedor de que los grokas (fantasmas) de cuantos habían muerto allí les perseguirían en sus sueños.
Ya entonces, el congénito carácter dogmático de su raza se puso de manifiesto, y ninguno de los hermanos quiso dar su brazo a torcer en su postura. Cada uno de ellos trató de convencer al otro de que sabía "lo que debía hacerse". La gota que colmó el vaso fue que Gard, incapaz de controlar su excitación sexual, esa noche trató de forzar a su prisionera. Los gritos de la joven despertaron a Ath, que intervino tratando de impedirlo. Los hermanos se enfrentaron en el fondo del pozo en que tantas veces habían luchado codo con codo.
Al final, la fuerza de Gard se impuso sobre la agilidad de su hermana, la cual cayó mortalmente herida. Recuperándose de su furia ciega, Gard permitió que el esclavo arwan partiese, llevándose consigo a su hermana moribunda.
Pero la lujuria de Gard no quedó saciada con una sola mujer. Poco tiempo después atacó otro pequeño poblado, matando a los varones y llevándose a las mujeres y las niñas. Obligándolas a seguirle, manteniéndolas a raya con ayuda de la manada de leones que obedecía todos sus deseos. Y así fundó su propio linaje, la raza que ahora se conoce como los Gardan.
Esta es la historia que muchos ancianos Gardan cuentan a los niños acerca del origen de su raza. Al menos una de ellas.
Sin embargo, algunos afirman que la historia de los hermanos no termina aquí. Hay quien dice que Ath no estaba muerta cuando el arwan se la llevó consigo, y que logró recuperarse de sus heridas. Estas versiones de la historia cuentan que la mujer estableció su propio linaje, y que incluso a día de hoy se ocultan en algún lugar de Pangea…