En 1939, el ejército alemán y, en concertó, la Lufftwaffe entraron en la Segunda Guerra Mundial con un cañón antiaéreo de 20 mm conocido como Flak 38. Se trataba de un cañón con bastantes carencias, como su baja cadencia de fuego, su pequeño calibre y su bajo alcance (que no lo hacía muy práctico contra formaciones de bombarderos). Ya se estaban desarrollando modelos de 37 milímetros que satisfacían mejor los requerimientos del ejército y, por otro lado, no podía competir como arma antiaérea con los famosos 88 mm. En una cosa sí destacaba el Flak 38, su reducido peso, lo que lo hacía ágil y rápido. Aun así, sus días como arma oficial del ejército estaban contados.
Fue la compañía Rheimetall la que rescató el modelo cuando presentó al ejército su 2 cm Flakvierling 38 («vierling» significa cuádruple). La nueva arma era cuatro cañones Flak 38 montados sobre una base triangular cuyas patas eran como gatos que se usaban para nivelar el arma. Tenía asientos plegables, agarras para manipularlos y espacio para la munición. Además tenía dos ruedas que permitían variar la elevación de los cañones. Todo el montaje ocupaba un poco más de 3 metros de alto, incluyendo el escudo de protección delantero. Sigue leyendo