En su juventud, Alejandro Molentes, también conocido como Don Víctor, paseó por las oficinas de algunas productoras de cine y televisión, con la intención de tantear posibles negocios paralelos. Puso dinero en varias producciones durante bastante años pero acabó considerando esta forma de lavar dinero negro menos eficiente que otras y acabó abandonando estos partenariados.
Sin embargo, fruto de esos años nació una relación sentimental con una actriz, cantante y vedette italiana que por aquel entonces despuntaba. El Alejandro Molentes de entonces era un hombre que gustaba de compañías diversas, de codearse con famosos con independencia de sus opiniones o la ligereza de sus profesiones. Más amable, menos cruel, más dispuesto a dejarse llevar por la pasión.
Esta tórrida relación duró secreta varios años. A veces Molentes visitaba a la actriz en Italia y a veces ella, cuando venía a España por trabajo, se veía con él en el apartamento el último piso del edificio Embajador. También se escribían cartas que ambos destruían por seguridad. Solo una carta de la italiana a Alejandro, la que el industrial consideraba más especial por su contenido, quedó intacta y a buen recaudo en el apartamento. Sigue leyendo