Número: 176. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Cuando Steve Michaels asistió a aquel desfile de modas en 1950 y escuchó en primicia Blue Velvet cantado por Ray Mason no podía saber ni el éxito que acabaría teniendo ese tema ni que le inspiraría para su siguiente proyecto. Steve solo quería celebrar el fin de la segunda guerra mundial, en la que él participó brevemente durante el desembarco de Normandía, donde resultó herido, perdió un ojo y fue licenciado ya para el resto de la contienda.
Ninguno de los alegres asistentes al desfile podían saber que Steve, cuando fue reclutado forzosamente y enviado a la guerra, ya había pasado por la experiencia de matar a otras personas. No solo la experiencia, sino el placer en ello. Michaels era una asesino en serie y aquella noche en el desfile de modas, vestido con su uniforme de soldado y un parche en el ojo, buscaba una nueva víctima, alguien con blando corazón a quien atrajese la emocionante historia de guerra que aquel recién treintañero tendría que contar.
Quien se acercó a Steve fue una mujer vestida con ropa cara pero rostro tierno y recatado. Se llamaba Laura Mills. Parecía la clase de víctima perfecta. Salieron de la fiesta cogidos del brazo y unas manzanas más allá, en un callejón, intentaron matarse el uno al otro. Igual que Steve tenía entre sus víctimas favoritas a las compasivas, Laura asesinaba a héroes regresados del frente o de otras situaciones dramáticas.
En el propio forcejeo hubo tanto excitación como reconocimiento. En los ojos del otro veían a la misma fiera que se escondía en los propios. El forcejeo se detuvo. Cogidos de las manos, charlaron. La tensión había pasado y la frialdad tomó los mandos. Decidieron formar equipo. El tema escrito por Bernie Wayne en honor a una mujer de Virginia vestida de terciopelo azul aún sonaba en sus cabezas.
La idea creció con el tiempo y lo que parecía imposible, coordinar a personas por definición solitarias, acabó convertido en un grupo estable. De ahí, pasó a ser un negocio de asesinos a sueldo muy especializados. Todos ellos reclutados discretamente entre asesinos en serie con ayuda de psiquiatras y detectives de la policía extorsionados o comprados.
El negocio ha pervivido a través de décadas hasta alcanzar nuestros tiempos, pasando de viejos asesinos a nuevos, en alguna ocasión incluso de padres a hijos. Matan por dinero y sienten placer en hacerlo, buscando en especial a las víctimas que más les satisfacen pero siendo capaces de salir de sus clichés de psicópata, en una suerte de perversa terapia ocupacional.
¿Habrá llegado el actual equipo Terciopelo Azul a Cunia? Los herederos de la idea de Michaels y Mills son en este momento cinco personas, se mueven casi de continuo, siempre atentos a reclutar a alguien nuevo o a eliminar molestias que les amenacen, como los personajes de tu mesa de juego.
Esta norteamericana, licenciada en derecho que llegó a trabajar como ayudante de un fiscal de distrito, es la actual líder del grupo. En Cunia trabaja como directora del grupo de teatro "Máscara". Tiene 31 años. Un fuerte golpe en la nuca con un martillo es su marca personal de asesina.
Estrella ya olvidada de fútbol americano universitario, Arthur logró graduarse en Historia pero actualmente no tiene trabajo conocido, aparte del equipo Terciopelo Azul. Es el más joven del grupo, con tan solo 27 años de edad. Caníbal con especial gusto por la tortura previa de sus víctimas.
Acaba de entrar en el equipo, contratada en la propia Cunia, donde trabajaba en una empresa farmacéutica haciendo simulaciones de enlaces químicos en el ordenador. Tiene treinta años de edad y dudas sobre si el paso que ha dado es el correcto. Su método de asesinato es el envenenamiento, a menudo simulando sobredosis de alguna droga exótica.
Un apuesto empresario de 39 años que se puede permitir el lujo de no ser conocido y dejar que sean sus empleados y junta directiva quienes controlen Denban, la cadena de clínicas dentales que tiene por todo el centro de Europa. Hace tiempo que no se implica directamente en asesinatos, sirviendo al grupo sobre todo de fuente de medios materiales. Su firma de asesino es la cuchillada en el corazón mientras mira a los ojos a la víctima, normalmente inmovilizada y mantenida un tiempo en cautividad para conversar con ella.
Fundador, presidente, único empleado y primer despedido de una empresa de importación que montó en Génova. Fue de él la idea de trasladar la sede del equipo a Cunia, donde ha sido el miembro más activo y, por desgracia parea él, el que más se ha hecho notar, lo que Mónica empieza a considerar peligroso. ¿Llegará a ver su siguiente cumpleaños, los 34? Sus víctimas son hombres, lo más jóvenes posible, a los que prefiere ahogar o asfixiar.