Nuestro mundo está lleno de conflictos donde las naciones no pueden involucrarse abiertamente y por ello, destinan partidas presupuestarias opacas para contratar ejércitos privados. Esta gente va a combatir a lugares lejanos, olvidados por la prensa, y donde viejas rivalidad, muchas veces tribales, se han enquistado hasta nuestros días. El objetivo no son grandes batallas, sino pequeñas escaramuzas que hagan que el equilibrio de poder se decante a uno u otro lado.
Un personaje mercenario es uno de estos soldados de fortuna que tras haber combatido en una o más de restas guerras vuelve a Cunia y trata de llevar una vida normal. La ciudad ofrece muchas ocupaciones para gente de estas características, bien del lado de la ley como investigadores o bien del otro lado como profesionales a sueldo de las mafias. No son guardaespaldas, ni matones, ni sicarios. Un mercenario no irá a extorsionar al tendero de una calle, ni le dará una paliza a un apostador que no ha pagado sus deudas; ellos están ahí para cuando la cosa se pone fea, cuando hay que asaltar un barco rival, una hacienda, cuando hay que cubrir con armas automáticas una huida o rescatar al hijo de un importante magnate. Sigue leyendo