Número: 239. 4ª época. Año XXII ISSN: 1989-6289
El tiroteo ha finalizado. Las balas han bailado de un lado al otro en la refriega. Debido al caos de la batalla es imposible determinar el número de heridos y de bajas; las órdenes ahora son claras: buscar supervivientes, evacuar a los heridos y hacer recuentos de bajas. Los miembros del pelotón protagonista se dividieron, por lo que algún camarada está perdido entre los escombros y la polvareda. Los más devotos rezan por encontrar a sus hermanos de armas.
La desgracia se acomoda en el frente. Uno de los heridos es, en efecto, uno de los compañeros de los protagonistas. Cuando lo encuentran, está en las últimas. La pérdida de sangre precede al desenlace fatal. Antes de morir y dar el último aliento, el moribundo entrega algo a quien le ha encontrado. Solo da un par de instrucciones claras gastando sus últimas palabras: "Dale esto a mi madre. Dile que le quería".
Nota para el Director de Juego: el caído es un buen conocido, un amigo, casi un hermano, de por lo menos alguno de los personajes principales de la trama. La escena agarra potencia si quien descubre al pobre militar es con quien más vínculo tuvo. En caso de jugarse una campaña larga, ese vínculo podría haberse forjado desde los principios de la campaña. La guerra es visceral, peligrosa y mortal, y el entorno de los protagonistas no es ajeno al mundo que les rodea.
El objeto debería tener algún valor sentimental: un reloj, un rosario, una carta, una fotografía… Si los protagonistas lo han visto antes, mejor, pues esa conexión la entenderían. Sobre la persona que debería recibir el objeto no tiene por qué ser la madre; puede ser algún otro familiar o persona cercana: padre, hermanos, abuelos, mejor amigo, novia, esposa… Lo importante en esta nueva misión, la cual posiblemente se quede sin resolver hasta después de la guerra, es que la campaña tenga un cierre digno y bonito para los personajes, tanto los secundarios como los protagonistas.