Número: 214. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Sus velas latinas enfrentadas de color negro fueron visibles con las primeras luces de la mañana. Entraba en el estrecho a gran velocidad y altura, por encima de la línea de la tierra, lo que aumentaba su visibilidad. En pocas horas se presentó ante las costas de Ôs y ya todos pudieron verlo desde el puerto y las ventanas altas de la ciudad. Plegó sus estabilizadores y arrió velas y eso le permitió descender despacio y controladamente hasta la bocana del puerto. Cuando la nave entró en la caverna que se usaba de refugio natural para las embarcaciones aún conservaba parte de su inercia. En contramaestre, en la borda, daba instrucciones a la tripulación y esta abría o cerraba los estabilizadores para guiar la maniobra. Solo usaron las pértigas de empuje en el último momento ganándose el respeto de todos los marineros, armadores y curiosos que ya se habían congregado en las dársenas y espacios cercanos.
La tripulación siguió con las tareas propias de un atraque, sujetando los cabos, amarrando las velas y los sustentadores y preparando las grúas para descargar las bodegas. A veces daba algo de vértigo verlos maniobrar por tan estrechos apoyos al borde del Vacío.
No bajaron la rampa y nadie se acercó. Pasaron los minutos quizás demasiado y aquel barco de velas negras seguía siendo un misterio para todos los presentes, que cada vez eran más. Algunos miembros de la guardia de la ciudad empezaron a retarse para acercarse y estos, a su vez, señalaban a las autoridades del puerto. Cuando ya parecía que se iban a animar, una tabla salió por la borda y descendió hasta el muelle. No sería más ancha que dos pies y por ella descendió un caballero de elegantes vestiduras con vivos colores, entre los que destacaba el dorado y el plateado de un sable que colgaba sin vaina de su cinturón. Tenía una gruesa barba, pero bien cuidada y su cabello, de color del roble, iba recogido en una coleta prendida con un lazo de color amarillo.
Más empujado por los demás que por su propia iniciativa, el práctico del puerto se acercó a la figura y presentándose como la autoridad del puerto preguntó al desconocido si era una visita de cortesía o traía bienes con los que comerciar. Aquella era la pregunta protocolaria para saber la tarifa de atraque.
El hombre le miró sonriente, divertido con la pregunta, pero respondió y su voz, grave, resonó en toda la caverna y todos pudieron oírla:
-Mi nombre es Baltasar Grande y procedo del norte. Tenemos bienes en el barco con los que estaremos encantados de comerciar con todos ustedes, pero el objeto de mi viaje es personal, es distinto. He venido con la intención de convertirme en el nuevo gobernador de Ôs…
Trama El Legado de Utay Shim
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