Número: 235. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Esta semilla no es una aventura en sí misma, al menos hasta su final. Se trata de una serie de acontecimientos que deberían ocurrir a lo largo de una campaña de Rol Negro, mientras los personajes se dedican a otras cosas. Son escenas sueltas que la mesa debería ver como una forma de dar color, realismo, a la campaña y a la vida de sus personajes. Sin embargo, no las relacionarán con los argumentos de las distintas aventuras que jueguen. También deberíamos intentar que no relacionen los hechos entre sí hasta casi el final. En ese momento se darán cuenta de que todo el rato se estaban jugando algo importante y que ha llegado el momento de defender lo suyo.
Para que esta historia tenga sentido los personajes han de tener algún tipo de sede. No tienen por qué ser todos propietarios de la misma, pero sí debe importarles, incluso tener un valor emocional para el grupo. Puede ser el despacho de uno de ellos que utilizan para reunirse, la casa de amplio salón donde planean los casos, el local donde tienen el negocio poco honesto que dirigen, el domicilio de la madre de alguno, que les lleva galletas recién hechas, etc.
Convendría, incluso es necesario, que la sede no se encuentre en una zona de clase alta o de oficinas. Lo ideal es una zona residencial de clase media o baja y que se trate de un piso, local o adosado. En cualquier caso, que tengan vecinos puerta con puerta, de cuyas vidas puedan estar al tanto.
Imagen de Antoine Pound (2018). «Escenas de La Elipa». Imagen con licencia Dominio Público
La dirección de juego comentará que los hijos de un vecino están vaciando el piso, después de la muerte de aquel. Puedes dejar caer que en el edificio más de la mitad de los pisos están o vacíos o habitados por alguien que no es propietario un inquilino.
Los personajes verán a un tipo de aspecto rudo vigilar el edificio donde tienen la sede. Si se limitan a observarle, acabará por marcharse y no le volverán a ver. Si se acercan y le encaran, se identificará como policía, con placa y todo, y les pedirá que circulen. Si tienen suficiente autoridad para preguntarle qué está haciendo allí, puede que conteste que vigila un sospechoso de tráfico de drogas. Se marchará lo antes posible sin dar más información que esa y tampoco le volverán a ver.
Los personajes deberían tener un encontronazo con unos vecinos recientes. Es un grupo de tres personas dos hombres y una mujer, mal aseados y que han llegado a ser ruidosos, pero sin exagerar. Reciben visitas, pero de momento no ha habido molestias importantes. Este encuentro debería tener lugar en un momento en el que estén muy liados con un asunto serio y no puedan perder tiempo. El caso es que tendrán algún motivo para pensar que esta gente pasa droga en ese piso. Cosas como las visitas, por supuesto, pero también unas zapatillas colgando del cable de la luz, un adicto pasando el subidón en un banco cercano...
Imagen de Antoine Pound (2015). «La Elipa». Imagen con licencia Creative Commons Atribución.
Si les llaman la atención o les enfrentan, los traficantes se encerrarán en la casa y hasta amenazarán con llamar a la policía.
Si el grupo de juego hace alguna averiguación, el dueño de la casa les dirá que no la tiene alquilada, lo que confirmaría que son ocupas. Sin embargo, horas después, el mismo dueño, nervioso, les llamará para decirles que se ha equivocado, que su hijo alquiló el piso y no se lo había dicho. Que no se preocupen.
Una llamada a la policía no dará apenas resultado (se pasarán una vez a «comprobar» y nada más) y además los nuevos inquilinos pasarán a ser de nuevo bastante tranquilos, al menos un tiempo, aunque sin dejar de recibir visitas.
Los personajes presenciarán como un equipo de una de estas empresas «antiocupas» (aunque todo el mundo en Cunia saben que se dedican más bien a los desahucios) amenaza a un vecino de toda la vida. Los personajes sabrán que el vecino está de alquiler con un contrato antiguo que debe ser bastante barato. Si intervienen, los «antiocupas» se retirarán. En ese momento, un personaje con buena memoria podría reconocer a uno de los del grupo de matones: es el que se identificó como policía en el primero de los sucesos. Esto en sí no sería ilegal, pero es raro que se autorice una segunda actividad así. ¿Podría estarlo haciendo sin permiso?
Si el grupo se queda a hablar con él, el vecino podrá confirmar que el piso ha sido comprado por una empresa inmobiliaria y pretenden que se vaya, después de haber subido espectacularmente el alquiler. Quizás se pueda hacer algo desde el punto de vista legal o poner al vecino con un sindicato de inquilinos pero si le ayudan, estarán mucho antes en la diana de la trama.
Del edificio ya se han ido marchando varios vecinos, desde que empezó esta historia. Algunos estimulados por la existencia de un «narcopiso» al que la policía no parece hacer mucho caso. En ese momento, alguien empieza a hacer una oferta para comprar el local o piso del grupo, con un tono bastante intimidatorio. Ante la más mínima negativa, el narcopiso empezará a crear más molestias. Alguien orinará en la puerta de los personajes. Habrá peleas. Y si el grupo decide actuar, unos matones que parecen ir al mismo gimnasio que los antiocupas aparecerán para aumentar la apuesta.
En esta aventura, el grupo podría descubrir la trama inmobiliaria que hay detrás de todo esto. Un político con mando en plaza e intereses inmobiliarios, y un cargo policial corrupto, con intereses en la empresa de desahucios, han decidido aliarse. Han contratado a los tres angelitos «lumpen» para que vendan droga decomisada y motiven así a los dueños de los pisos a vender, y a los arrendatarios a marcharse. El político sabe que se va a construir una boca de metro, un centro comercial, un hospital o algo que vaya a revalorizar mucho la zona. En consecuencia, quiere comprar allí cuando el precio aún es bajo y revender o alquilar al alza después. ¿Hasta donde se meterá la mesa de juego para defender su sede, su zona de confort, el piso de toda la vida de sus padres, de esta gentrificación forzosa? ¿Se arremangarán y se liarán a palos? ¿Investigarán y llevarán el caso a un juez honesto? ¿Se aliarán con una plataforma vecinal para impedir que la cosa vaya a más?