Autor: Juan Carlos Herreros Lucas
Noruega fue un país neutral durante la Primera Guerra Mundial. Los barcos de su Armada ya eran antiguos cuando empezó la guerra, en la que no tenía intención de participar, y su misión se redujo a patrullar la costa. Tenía varios barcos encargados en los astilleros británicos, pero todos fueron requisados y operaron en la armada de ese país.
Tras acabar la guerra, decidió mantenerse fiel al espíritu del Tratado de Versalles cuyo objetivo, entre otras cosas, era evitar el incremento de la potencia naval de las naciones europeas, una escalada de barcos y gastos que ninguna nación se podía permitir. No sería hasta 1932 que no llegaría el primer buque de guerra, en concreto el Olav Trygvasson. Toda la producción previa se había reducido a sólo seis submarinos (menos limitados por el Tratado de Versalles). La consecuencia de esto es que muchos de los barcos supervivientes de la Primera Guerra Mundial habían sido desmantelados (por viejos) y los supervivientes eran antiguos, muy antiguos. La política del gobierno noruego no es muy comprensible, sobre todo después del ascenso del nazismo y de que muchas voces navales trataran la importancia de Dinamarca y Noruega en una futura guerra naval en Europa. Sigue leyendo