—Creo que voy dejar un par de pubs sin existencias esta noche —profetizó Peters mientras bajaban por la pasarela del barco que les había dejado en Inglaterra.
—No si yo llego antes —replicó Gonzalez empujándole ligeramente.
Todas su alegrías y esperanzas murieron cuando el sargento, que bajaba en primer lugar, saludó con formalidad a un teniente en la dársena. No escucharon lo que decía, pero sabían que era algo malo cuando todos acabaron en la parte trasera de un camión con rumbo desconocido. El sargento se había sentado en la cabina y los cuatro, más dos novatos de reciente asignación, especulaban en el compartimento de carga. Sigue leyendo