La batalla de Gela ha terminado, aunque la isla de Sicilia aún se resiste a las tropas estadounidenses y británicas que han desembarcado en ella. Montgomery se ha atascado en las faldas del Etna y Patton está decidido a adelantarle rodeando toda la isla, pero su avance y su determinación se ven rotas cuando un puente de la carretera que pasa en voladizo sobre el mar ha desaparecido. Los alemanes lo han volado tras abandonar sus últimas defensas en la zona.
El oficial al mando está muy enfadado porque aquel puente era vital para poder seguir avanzando y si el ejército no avanza, Patton le pateará el culo. Todos lo saben y por eso hay cierto juego del escondite en la unidad. La estrategia es sencilla, si el oficial aparece todos tienen que aparentar estar haciendo algo. Desgraciadamente, la Sangrienta Siete parece tener una diana en la espalda y fue a por ellos directamente.
Los ingenieros están reconstruyendo el puente, pero necesitan madera, largos y resistentes troncos de madera. Los que tenían ya los han gastado y los que pudieran llegar desde la retaguardia tardarán demasiado. La misión de la Sangrienta Siete es localizar un almacén de madera por la zona y requisar todas las existencias.
Y esta es la forma en la que la Sangrienta Siete entra en contacto con Don Braulio. En realidad, el contacto lo consiguió Gonzalez que miraba atontado las evoluciones en el lavadero de ropa de una joven y hermosa siciliana cuando Braulio, le atizó en la cabeza con su bastón y le increpó:
– Non con mia figlia.
Gonzalez que de italiano non capisca niente interpretó las palabras como una soflama fascista y se apresuró a preparar su arma. Para su sorpresa, dos jóvenes italianos, que no tenían ninguna tara visible como para justificar haberse librado del servicio militar, aparecieron junto al anciano. En su rostro decían claramente que si le tocaba un pelo la vendetta sería legendaria (y Sicilia se les quedaría pequeña persiguiéndole). Aquello hubiera empeorado si Snelling no hubiera intervenido y apaciguado a tanto latino de sangre caliente con su presencia física.
El sargento Rogers se hizo entender a duras penas y consiguió explicar a Don Braulio y a sus acompañantes sus intenciones (con la madera, no con la hija). El anciano les sonrió y dijo:
– Vienes a mi casa el día de la colada de mi hija a pedirme que te consiga madera por dinero…