Número: 158. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
Esta es una aventura para Rol Negro en la que abandonamos el universo de Cunia tanto espacial como temporalmente para encontrar una historia que mezcla el género habitual de este juego con el terror (como tal la concebí originalmente), a base de introducir el aislamiento, un medio hostil, la indiferencia cómplice de algunos y el peor de los monstruos, la crueldad humana.
La partida está pensada para tres personajes jugadores. Esto, que podría parecer un capricho, obedece al interés de este autor en lograr esa sensación de soledad e intimidad que toda la historia transmite. En resumen, creo que es como mejor funciona la aventura. Sin embargo, siéntete libre de modificar el número de personajes si lo deseas. De hecho, reducirlos causaría menos problemas que ampliarlos, por lo que también es una historia que puedes usar cuando tengas pocas personas sobre la mesa de juego.
Sería injusto atribuirme la total autoría de esta historia. En su primera versión, Sonia Montero, Ada Isawa y McLane sirvieron no solo como conejos de indias sino como creadores de contenido con sus sugerencias y capacidad narrativa.
También quiero aprovechar para recomendar el visionado de la película "Dogville" cuyo tema general y tipo de escenario me han inspirado para esta aventura. En ningún caso el argumento de las dos historias es compartido, así que se puede ver por parte de toda la mesa de juego sin miedo a destripar nada de la aventura.
No es en absoluto necesario que estos sean los personajes que uséis en la aventura, estando aquí disponibles para facilitar la necesaria adaptación del Rol Negro actual al de 1948 en que se sitúa la historia. Sin embargo, sí recomendamos limitar el número de investigadores a tres.
En el ejemplo que proporcionamos, las tres personas se conocen hace tiempo y les une el haber trabajado con anterioridad en alguno de los casos de Berriatúa, quien, tras su fracaso como actor, ha montado una pequeña agencia de información privada, limitada en cuanto a personal a él mismo, más los a asesores habituales que se puede permitir contratar, como en el presente caso.
44 años, natural de Cunia, investigador privado.
Desde que terminase la Guerra Civil, en la que se vio obligado a luchar (siempre evita especificar en qué bando) Berriatúa se lanzó a intentar la carrera de actor. Obtuvo pronto un papel en una de las películas de la productora valenciana Cifesa, saliendo en pantalla junto al galán Alfredo Mayo. Sin embargo, Francisco resultaba demasiado desaliñado, alto y corpulento para hacer de galán. Así, acabó pasando a las tablas del teatro como secundario eficaz, durante un largo tiempo, hasta su peor racha de mala suerte.
Primero, una grave enfermedad le postró en cama varios meses; después, al poco de subirse de nuevo al escenario sufrió una caída de la que quedó cojo, recortando sus papeles. Un familiar le estafó una buena cantidad de dinero antes de desaparecer rumbo a Argentina. Poco a poco, su mejor amiga y relación más estable pasó a ser la bebida. Pasó un tiempo fuera de Cunia, probando suerte en Madrid y Bilbao, antes de regresar a la Ciudad Doliente, sin dejar otra cosa atrás que deudas.
Últimamente ha logrado abandonar la bebida (aunque la tentación sigue ahí) e intenta rehacerse como investigador privado, habiendo abierto una "agencia de información" en un despacho que comparte con un amigo delineante. Ha tenido varios éxitos menores en esta profesión y empieza a ver la luz al final del túnel. Cuando el cliente es lo bastante bueno, se permite contratar a algunos asesores puntuales.
29 años, natural de Róterdam, enfermera.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial en 1939, los holandeses declararon su neutralidad una vez más. No obstante, el 10 de mayo de 1940 los alemanes lanzaron un ataque contra los Países Bajos y Bélgica y conquistaron la mayor parte del país en poco tiempo. Sara se vio obligada a huir del país durante la Segunda Guerra Mundial, como muchos compatriotas. En el caso de los Van Jansen, la familia se trasladó a España, la patria de su madre, quien aún tenía primos en Cunia que les acogieran.
Al terminar la guerra, Sara estaba acabando sus estudios de enfermería y su padre tenía un nuevo empleo, por lo que decidieron seguir aquí un tiempo. La joven, que ya se sentía igual de atada a su país de origen que a Cunia, no protestó. La familia se ha independizado de los primos de la madre de Sara y viven en un pequeño piso del barrio Oriental (en la Cunia actual sería el barrio Chino).
Sara Trabaja en el Hospital Militar donde hizo prácticas primero vaciando orinales y remetiendo sábanas para ayudar pagar sus estudios. Solitaria, silenciosa, apasionada de la lectura de las autoras de su nueva patria y viviendo aún con sus padres, se siente una extranjera eterna que no encaja en ninguna parte. Quizá por eso ha accedido a trabajar de tanto en tanto con el investigador privado Berriatúa, aportando sus conocimientos médicos y remendando las heridas, fruto de algún trabajo complicado, que Francisco prefiere mantener en secreto.
30 años, natural de Guernica, pianista.
Estefanía perdió a sus padres durante el bombardeo de Guernica de 1937 que realizaron fuerzas combinadas de Alemania e Italia, aliadas del bando sublevado en la Guerra Civil. Al terminar la guerra, Estefanía era aún menor de edad, quedando a cargo de sus tíos paternos, residentes en Cunia. Estos, que siempre habían pensado que los padres de la joven no habían sabido criarla como una señorita, invirtieron dinero y esfuerzo para educarla a toda prisa en maneras y costumbres adecuadas para casarla lo antes posible: clases de modales, piano, cocina, costura... Viendo la belleza de ella y la vulnerabilidad de su orfandad, pensaron que esto lo lograrían rápido y que recuperarían el esfuerzo emparentando con gente de posibles.
Fue una sorpresa desagradable para sus tíos que Estefanía espantara, más bien a propósito, a todos y cada uno de los pretendientes que le encontraban. Meses antes de su mayoría de edad, decidieron darle un ultimátum: o se prometía en matrimonio o la ponían de patitas en la calle. Es posible que calculasen muy mal sus fuerzas en ese pulso. El mismo día de su cumpleaños, Estefanía estaba fuera de casa, refugiada en el piso su tutora de piano en el Barrio de la Catedral. Pensionista por viudedad de un oficial militar y ya pasada la cincuentena, a la profesora María Luisa las habladurías por acoger a una "descarriada" le traían al fresco.
Años después, Estefanía sigue en Cunia, sin contacto con su familia, compartiendo aún piso con su ya amiga, aportando lo que consigue ganar tocando el piano en fiestas familiares, bodas y eventos de todo tipo. Completa estos ingresos como informante y asistente puntual del investigador privado Berriatúa.
Octubre de 1948. Rosa de la Guardia, de 21 años recién cumplidos, es la hija única del señor Aníbal de la Guardia y por tanto heredera de su imperio olivarero. Díscola y nerviosa, según se le ha dicho a las personas encargadas del caso, fue ingresada hace ocho meses en un psiquiátrico por su propio bien cuando su padre comenzó a apreciar en ella comportamientos "aberrantes", incompatibles con una vida sensata. Su médico, el doctor Alonso Valdemar, es un psiquiatra muy bien valorado en los círculos psicoanalistas, que han recuperado gran parte de su importancia perdida al terminar la II Guerra Mundial.
Hace un mes, Rosa se fugó del psiquiátrico. Según su médico, Rosa había recibido dos días antes de su fuga la carta de una amiga suya llamada Eva Ayuso. Según Valdemar, Eva es una amiga de la infancia de Rosa, una chica de familia humilde para la que la joven huida no tenía más que elogios. Al parecer, Rosa, Eva y el hermano de esta, Javier, formaban un grupo de juegos durante los veranos, pasando gran parte del tiempo en los campos a las afueras de Cunia, donde los padres de Javier y Eva tenían una granja con huerta. Con la llegada de la adolescencia, parece que el tal Javier se habría convertido en un elemento moralmente reprobable y pendenciero. Estuvo acusado de provocar el incendio de su propia casa, en el que murieron ambos padres, aunque no se encontraron pruebas. Tras el incendio, Eva y Javier desaparecieron (el chico ya era mayor de edad para entonces). Se cree que pasaron a algún lugar de Francia, de donde precisamente venía el matasellos de la famosa carta, que Rosa se llevó en su huida.
Valdemar ha recibido permiso para compartir con los investigadores el diagnóstico de la joven. Descartada la enfermedad física y atendiendo a los síntomas, la paciente sufriría un trastorno de conversión del conflicto psicológico, en este caso claramente un complejo de Elektra, en un trastorno físico que le impide el uso de los sentidos de manera normal. El origen de estos trastornos estaría en la opresión y control ejercidos por el padre de Rosa, que han producido una emoción internada de cólera hacia quien debería haber sido objeto de sublimación sexual, provocando un conflicto sin resolver. En consecuencia, la paciente presenta alucinaciones visuales, aisladas y no acompañadas de pensamientos falsos y ocasionales parestesias. Estos síntomas se producirían en especial por la repentina emergencia al estado consciente de impulsos destructivos primarios que no pueden ser ni satisfechos ni sublimados, al carecer la paciente de objeto materno. Entiende este terapeuta que la Srta. de la Guardia ha depositado los sentimientos materno filiales mal resueltos en su amiga Eva. No descarta una fuga disociativa ni que la paciente pueda representar un peligro para dicha persona.
Alarmado por la posibilidad de que la noticia de la fuga de su hija llegue a demasiados oídos, el señor De la Guardia ha exigido al psiquiatra de Rosa que la encuentre con el mínimo de trastorno y publicidad posibles. El Doctor Valdemar no puede abandonar sus obligaciones, pero ha podido seguir desde la distancia el rastro de Rosa hasta Lleida. Logró saber que estuvo en el Hospital General de la ciudad, aquejada de fiebres que pasaron rápido. El buen doctor ha ofrecido una suculenta recompensa al investigador privado Francisco Berriatúa si logra encontrarla y traerla de vuelta. Berriatúa cree que este trabajo requiere de un toque de amabilidad, don de gentes y sanitario para el que están especialmente preparadas dos de sus eficaces colaboradoras habituales, Sara y Estefanía; así es como han acabado los tres cogiendo un tren en busca de la joven.
Siguiendo el rastro, han descubierto que desde Lleida la joven había seguido viaje hacia Puebla de Segur y que allí estuvo alojada en una pensión de mala muerte. Días después, encontraron una pista más que llevaba a la zona de Aigüestortes y la aldea de Porta Blanca. De manera que los tres aprovecharon un par de días de buen tiempo y viajaron en el carro de un paisano que iba hacia allá.
Porta Blanca es una aldea de un centenar de habitantes con cincuenta casas habitadas, más otra docena derrumbadas por el paso del tiempo. Todo el pueblo y el terreno circundante, montañas y ríos, se encuentran enterrados en nieve y hielo cuando los personajes llegan, aunque no cae nieve. Moverse por las calles del lugar es complicado.
Los tres perseguidores se han bajado del carro del labriego que les trajo y se han alojado en el único lugar disponible, una casa particular con dos habitaciones de sobra cuyos dueños, el Sr. y la Sra. Herrera, les cobran muy poco por pasar la noche. Por la hora a la llegaban se les invitó de inmediato a cenar con el matrimonio. No resultó sorprendente a los investigadores descubrir durante la conversación que Rosa de la Guardia había estado alojada allí hasta hoy mismo.
La infancia de Rosa fue feliz pero irregular. Su padre le permitía cualquier capricho, lo que hacía que no tuviera reparos a moverse con libertad y hacer los amigos que quisiera. Así, se encariñó mucho con los hijos de una de las criadas de la casa, ambos mayores que ella. La madre estaba casada con un hombre bondadoso que llevaba su pequeña granja a las afueras de Cunia con honestidad.
Con la llegada de la adolescencia, sin embargo, su amiga Eva se fue volviendo más hermética y Javier más nervioso, hasta agresivo. Como Rosa acabó descubriendo, Javier maltrataba con dureza a su hermana, tres años menor. Cuando el abuso empezó a ser demasiado seguido, Rosa decidió empezar a hablar de ello con los padres de su amiga. Estos inicialmente no la creyeron pero empezaron a hacer preguntas incómodas a su hijo y a vigilar. Las preguntas irritaron a Javier, haciendo que el maltrato se volviese más sutil pero más retorcido. Una noche el padre de los chicos descubrió una quemadura de cigarro en el brazo de su hija. Esto soltó todas las cuerdas que este hombre había sabido atar a su alma para retener cualquier gesto de mal genio. Le dio una paliza a Javier. Esa misma noche Javier, que ya tenía dieciocho años, prendió fuego a su casa. En un último arrebato de posesividad salvó a su hermana pero sus padres murieron. Fue lo bastante listo para hacer pasar el fuego por accidental pero no quiso quedarse en cunia, donde la gente no acababa de creerse la historia. Habiendo cumplido ya los 18 años y sin dejar que Eva avisase a Rosa de nada, se marchó llevándose a Eva con él. Pasaron unos años en los que Javier siguió con sus abusos, deteriorando la mente de su hermana. En el sur de Francia donde se ocultaron se hicieron pasar por matrimonio español. Hace dos años decidieron pasar de nuevo a España con nuevo nombre, aprovechando que Javier ya sabía francés suficiente para hacerse pasar por galo castellano hablante. Todo este tiempo de huida Javier ha estado escribiendo relatos y novelas de terror bajo pseudónimo, tan truculentas que no pasaban ninguna censura y se distribuían ilegalmente en Cunia y desde allí a otros países hispanohablantes. Esta actividad le daba bastante dinero para vivir y ahorrar para el futuro.
Mientras, Rosa se había ido volviendo una joven opuesta en carácter a su amiga Eva. Extrovertida, decidida, indomeñable, aficionada a lecturas "masculinas"… Su padre, sensible a la los argumentos de la mala psicología estaba muy preocupado. En un momento dado, cayó en manos de Rosa por azar una de las novelas de Javier; precisamente una en la que contaba la historia de su propia vida y muerte de sus padres. Así, supo Rosa que debían encontrarse en Francia y empezó a hacer lo imposible por ponerse en contacto con su amiga. Esta febril actividad, su personalidad ajena a las necesidades burguesas de una familia como la suya y el descubrimiento de la citada novela llevaron al padre a forzar el ingreso de la joven en el manicomio. El régimen de encierro no era demasiado estricto, con lo que Rosa pudo seguir, ahora más discretamente, su búsqueda. Por fin, tras contactar con muchos intermediarios y de usar falsas promesas sobre el dinero de su padre, como aval a los favores que tuvo que pedir, logró hacer llegar una carta a Eva. Para entonces los hermanos ya estaban en Porta Blanca. Las dos amigas trazaron el plan para encontrarse de nuevo, aunque Rosa, sabiendo que su amiga estaba en un estado delicado, decidió no transmitirle su plan de sacarla de allí. Así, en resumidas cuentas, es como se ha llegado a la situación actual.
Sentados alrededor de la mesa, calentados por un brasero y rodeados del papel pintado menos luminoso que hayan visto nunca, los compañeros de persecución se disponen a cenar con los Herera. Estos están abiertos a responder a quien dé un motivo lógico para las preguntas, más cuanto mejor sean las puntuaciones o resultados de las tiradas de Dialéctica o la habilidad de comunicación que usen.
Describirán a Rosa como una muy buena chica, tranquila, educada... Dejó su habitación hoy. Si ha salido de pueblo ha tenido que ser a pie o ayudada por algún vecino, pues al pueblo hace llegó sin vehículo propio, montada en el coche de Tomás, un chico de Porta Blanca que volvió de Lleida hace tres semanas, cuando aún no había empezado a nevar. De todas formas, lo más probable es que se encuentre alojada en casa de los Feraud y haya dejado la casa de los Herrera para ahorrar.
¿Quiénes son los Feraud? Un matrimonio formado por, Eva, una española, y su marido Alain, un francés exiliado de la guerra. Llegaron hace unos años a vivir en Porta Blanca. Alquilaron una casa al final de la misma calle en que se encuentran, varias casas más allá, pasada la plaza. Los describen como gente agradable, aunque solitaria. Él pasa mucho tiempo en casa, trabajando y recibe cartas con regularidad mensual que deben contener dinero. Creen que es escritor o algo así, porque envía y recibe muchos paquetes, quizá con sus escritos, borradores, revisiones...
Los investigadores han sido alojados, repartidos en las dos habitaciones disponibles de la casa, una de ellas la que abandonó la noche pasada Rosa. Si registran este cuarto encontrarán un par de fotografías olvidadas en un cajón, ambas con un texto escrito en el reverso. En una se muestra a dos jóvenes, una chica y una chico algo mayor, posando frente a una pequeña granja. La sierra cuniense D'Irta se reconoce al fondo. El texto dice "Eva (15) y Javier (18)". La otra foto es ma? reciente y muestra a una mujer rubia de pelo rizado sentada de espaldas a cámara, como si no quisiera posar, sentada junto a una estufa. La foto reza "Eva, Porta Blanca".
Si les enseñan las fotos, los Herrera creerán reconocer a Eva y Javier, aunque para ellos se trata de Eva y Alain Feraud. No pueden estar seguros por la diferencia de edad, claro. También pueden indicar la dirección para llegar a la casa de Tomás, a la entrada del pueblo, si quieren hablar con él. Si los personajes hacen ademán de salir a la calle a estas horas, les advertirán que vienen viento y nubes del noreste: parece que nevará a medianoche.
Las calles están desiertas y silenciosas. La nieve cruje bajo los pies y los árboles dejan caer de tanto en tanto un puñado de ella al suelo, sobresaltando a los caminantes. Si deciden ir a hablar con Tomás, llegarán a una casa de una sola planta tras cuyas cortinas hay luz. A la llamada a la puerta responde un hombre de tez morena y espeso bigote; tendrá unos treinta años.
Tomás les confirmará que trajo a la mujer de la foto, sobre la que no tendrá mucho que decir. Era bastante reservada y parecía desesperada por llegar al pueblo antes de que se cerrasen las carreteras del todo, cosa que podría pasar si volviese a nevar, en su opinión.
Respecto de Eva y su marido, no les considera buena gente. Supone que la tal Rosa se habrá alejado de ellos porque habrán intentado meterla, ya saben, en problemas. Se rumorea que Feraud escribe novelas eróticas bajo pseudónimo. No se relacionan demasiado con el resto del pueblo. Además, al marido… Al marido, Tomás le ha visto hacer cosas raras. Ir al bosque solo. Volver de noche, manchado de sangre y entrar a hurtadillas en su casa. Y llantos. Llantos largos y profundos de esa mujer saliendo de la casa. Tomás dice que cuenta estas cosas a todo el mundo en el pueblo pero que nadie le hace mucho caso. Eso es porque los Feraud se dejan mucho dinero aquí, entre la casa alquilada, comprar comida, mandar una reparación del tejado… Y pagan con mucha generosidad, no les falta el dinero.
"Habría que echarlos del pueblo. Alguien debería hacer algo. La gente me toma por loco, ¿saben? Algún día les denunciaré, algún día y, ¿saben qué? Les mostraré las pruebas. El sitio donde vi a Feraud enterrar algo en el bosque, cerca de aquí. Si buscan a la chica, se habrá marchado, seguro. Una persona como ella, buena y dulce no se habrá quedado después de conocerlos en persona. La habrán hecho venir con falsos pretextos. Algo comentó ella de que respondía a una carta."
No todo lo que dice Tomás es cierto. Le hecha algo de imaginación y exagera para predisponer a estos visitantes en contra de los Feraud. Alain solo salió una vez de su casa de noche para enterrar el fruto de un aborto espontáneo de Eva. Los sollozos son ciertos pero por el estado mental de la joven. Alain, en realidad Javier, es una persona espantosa y peligrosa igualmente pero no por los mismos motivos que sospecha Tomás. Quien, por otra parte, solo quiere alejar a Rosa de los Feraud con la idea de tener que llevarla de vuelta en su coche a Puebla de Segur. A la ida pasaron varias horas de viaje a solas durante las que Tomás no se atrevió a hacer nada, pero a la vuelta quizá se sienta algo más valiente...
Podría llevar de noche a los personajes al lugar del enterramiento pero ha pasado casi un año, la putrefacción ha hecho su trabajo y resultará casi imposible encontrar nada. De lograrlo, con dos grados de dificulta a la tirada de Buscar, serán unos fragmentos de hueso que una tirada de Medicina con un grado de dificultad podría determinar de recién nacido, muy probablemente prematuro, quizá incluso abortado. Ir y volver del bosque llevará una hora; atención al momento en que empiece a nevar porque la visibilidad en general en la calle será peor.
La nevada es un factor importante porque la lluvia espesa de copos hará que pasear por Porta Blanca sea hacerlo inmersos en una ceguera pálida. Casi cualquier retraso en la investigación de los personajes que les haga salir más tarde a la calle hará que les pille la nevada estando fuera.
La llegada de unos desconocidos al pueblo no puede haber pasado desapercibida para nadie y habrá llegado a oídos de Javier, y por tanto de Rosa, que desde esta mañana ha estado en casa de los Feraud, aprovechando cada momento que Javier se encerraba a escribir para intentar convencer a su amiga de marcharse. Al saber de la presencia de extraños, Rosa habrá intuido de inmediato que vienen por ella. Sabiendo que no puede hacer nada por su amiga quedándose a que la capturen, ha intentado la fuga. Pero Javier, que estaba ya empezando a preocuparse por la presencia de Rosa, no quiere que esta ande contando lo que sabe de ellos. En algún momento en que los personajes estén fuera de la casa de los Herrera, Rosa saldrá a la nieve para dirigirse a ella buscando a los personajes. Javier saldrá poco después, armado con su fiel perro de caza, un mastín intaliano que a una orden suya atacará. Su idea es pretender que salió a buscar a Rosa para evitar que se congelase y que el perro se descontroló, nervioso por la nieve. Que la muerte, sea, en definitiva, un trágico accidente. Está dispuesto a pagar la multa. ¿Qué hará si sospecha que Rosa ha hablado con los personajes antes de encontrarla? Volver a casa y coger una escopeta. Su secreto ha de permanecer a salvo. Quemará la casa, quizá con Eva dentro, ya verá, e intentará huir campo a través lo mejor pertrechado que pueda.
Por supuesto, los personajes pueden evitar que todo esto ocurra. Dependerá enteramente del tiempo que dediquen a la investigación previa a acercarse a casa de los "Feraud". Paradógicamente, cuando más dediquen a investigar más sabrán de lo sucedido pero menos probable es que eviten la desgracia. En principio hay tres cosas que los personajes pueden hacer tras cenar con los Herrera: registrar la habitación de Rosa, ir a hablar con Tomás e ir al bosque a desenterrar restos del feto abortado. Si se entretienen registrando la habitación, para cuando vayan hacia casa de Javier y Eva Rosa ya estará en la calle. Si se entretienen con Tomás, tanto Rosa como Javier estarán fuera. Si se entretienen yendo al bosque, a su vuelta escucharán el ataque del perro justo cuando Rosa estaba abandonando la casa de los Herrera en busca de los personajes; no llegarán a tiempo de evitar que el animal le abra la carótida pero sí de enfrentarlo. Si los personajes no abandonan la casa de los Herrera también escucharán el ataque desde sus habitaciones, que esta vez se producirá justo cuando Rosa está a la puerta de la casa, en busca de ellos. En este caso quizá sí lleguen a tiempo de salvarla, si reaccionan rápido.
Javier permanecerá escondido e incluso volverá sigilosamente a su casa durante el ataque. Su plan es simular que el perro ha debido escaparse en pos de Rosa cuando alguien vaya a pedirle explicaciones.
Tanto si los personajes se encuentran con Rosa, con el perro suelto o con Javier (cosa que dejamos a discreción de la dirección de juego en base a los tiempos y a las tiradas de Sigilo y Descubrir, penalizadas o bonificadas convenientemente si la nieve ya está cayendo) es un momento a describir con cuidado en la mesa de juego, procurando el mayor silencio posible, atenuando la voz, quitando música si la hubiera durante todo el trayecto entre los edificios cubiertos de hielo, el vapor de sus alientos, el brillo ocasional de una ventana y los omnipresentes copos. El encuentro, cuando se produzca, tiene todas las papeletas para provocar nerviosismos y miedo. ¿Quién o qué se acerca, qué es aquella sombra?
De nuevo tenemos una escena que puede variar mucho dependiendo del momento en que lleguen los personajes. Puede que dentro estén Javier y Eva o solo esta. Puede que el ataque a Rosa ya haya tenido lugar o que Javier esté buscándola y vaya a llegar por la espalda de los personajes en unos minutos.
Si llaman a la puerta y Javier está en la casa, tras un par de golpes escucharán desde el interior un débil "pase" que ni siquiera sabrían decir si es de hombre o de mujer. En caso de que Javier no esté por allí nadie abrirá la puerta pero es posible que esto no detenga a vuestra mesa de juego. La puerta no está cerrada con llave, es más, no tiene ni cerradura, así que sólo tienen que girar el pomo para ver qué hay al otro lado. Les saludará un pasillo estrecho que cruza la casa entera. Oscuro, frío. Tiene dos puertas de madera a ambos lados y una más al fondo. La primera la izquierda estará entornada y de ella saldrá un hilo de calor y una tímida luz. No habrá más luz en toda la casa. La habitación del fondo es solo una cocina con una puerta trasera que da a un pequeño patio. Allí hay un cobertizo donde normalmente estaría el perro de Javier, sin más interés que algunas herramientas. La puerta de la derecha aparece cerrada con candado.
Si en la casa está Javier, le encontrarán solo sentado tras el vano iluminado. Este da paso a un salón casi vacío de muebles. Un par de sillones, una mesita y una estufa de metal forjado en medio de la habitación. Hay cuadros en las paredes y cortinas en las ventanas, pero por lo demás parece una casa a medio mudar. Javier estará allí, con un libro en la mano. Tras del sillón, fuera del alcance de las visitas salvo que lo rodeen, tiene la escopeta. Simulará sorpresa de ver a unos desconocidos allí. "Perdón, creí que se trataba de otra persona". Intentará hacer ver que creí que era Rosa que regresaba. Dirá que es una amiga de su mujer de cuando eran niños que estaba de visita en el pueblo y que se iba a alojar con ellos pero que finalmente decidió no hacerlo. Por supuesto jugará a horrorizarse si le hablan del ataque del perro, hasta será capaz de fingir alguna lágrima. Pero si le muestran que saben que él es Javier, su tono cambiará. Seguirá diciendo que el perro debe haber escapado del cobertizo trasero pero que no le importa reconocer que usa un nombre falso desde que vive en Francia. Es su pseudónimo de escritor, afirmará. Si le piden ver a Eva dirá que está enferma y se negará. Incluso les echará de su casa, aduciendo que ellos están allí por Rose y no son policías que puedan tratarle como si fuese sospechoso de algo. Ya hemos dicho que no está dispuesto a que se descubra lo que hace en realidad, así que…
Si se hace ruido frente a la puerta cerrada con candado de la pared derecha del pasillo, un susurro responderá: "Estoy aquí. Lo siento, no puedo moverme." La voz suena temblorosa, débil y llena de miedo, como si procurase no despertar a un gigante dormido.
Si abren la habitación les recibirá primero un desagradable olor ácido a papel húmedo. Dentro encontrarán a una mujer sentada en una cama. Su palidez es extrema, su dolor infinito a juzgar por los ojos que apuntan al suelo, como si temiera mirar a quien entra. Una mujer que tiembla y padece algo en su interior. Una mujer a la que reconocerán si vieron las fotos en la pensión, como Eva. La mujer lanza una mirada de angustia y parece afectarle y temer la presencia de estas personas. El resto de la habitación está ocupada por cuadernos y cuadernos, cientos de ellos, acumulados en pilas mugrientas sobre el frío suelo, algunos tan acartonados que denotan los años que hace que empezaron a escribirse. No hay ningún mueble más allí, sólo una solitaria vela apagada sobre un cajón.
El discurso de Eva será errático, claramente trastornado. "Ellos... ¿han salido? ¿O están todavía en casa? Dios mío, espero que no... ¿Quién... quiénes sois? Ellos. Rosa y Javier. Nunca pensé... ¿Por qué han venido? Antes o después terminará todo. Descansaré. Rosa se ha ido. No es culpa suya, no es mala gente. Pero necesita esconderse. No puede volver a pasar lo mismo. Él quemó la casa la última vez que Rosa quiso ayudarme." Si se le pregunta por los cuadernos, acertará a decir que "Son los cuadernos de Jack, su proyecto." No será capaz de explicar mucho más allá sin ser llevada a un sitio más seguro y tratada al menos durante una hora por alguien con conocimientos de Psicología.
Si se revisan los documentos acumulados durante un rato, cada tirada de Buscar Documentación permite ir ahondando más y más en el secreto de los Feraud. Primero, que Alain parece que escribía novelas y cuentos en los que mezclaba el terror con el género negro. Segundo, que el tema de los mismos no podía ser más repugnante: violación, maltrato, compraventa de niños, torturas… Aderezados con vampiros y hombres lobo pero siempre enfocadas a regodearse en esas conductas. Tercero, que muchas de las historias dan demasiados detalles como para pensar que Javier es ajeno del todo a estas historias; ha debido conocer ese mundo de cerca. Cuarto, dedicando el tiempo suficiente o teniendo mucha suerte (un éxito alto) podrían encontrar una historia en la que la protagonista es Eva, una chica de granja que vive a las afueras de una ciudad y que es maltratada por su hermano mayor (el que, pese a todo, es mostrado en la historia como un héroe que soporta a una hermana malcriada). La historia viene a parafrasear la verdadera historia de los hermanos desde los ojos de Javier, quien se considera a sí mismo un justiciero y a sus padres "víctimas del influjo" de la malvada amiga de su hermana.
Si Rosa no ha sido atacada por el perro o ha sobrevivido más o menos indemne al mismo podría estar allí con los personajes jugadores, a los que habrá ofrecido acompañar sin resistencia siempre y cuando ayuden a su amiga primero. O puede que esté rondando las calles del pueblo aún y se presente mientras los investigadores andan por la casa; quizá después de ella, Javier. En cualquier caso, Rosa luchará lo mejor que sepa por salvar a su amiga. Si se enfrenta con Javier en presencia de los personajes se sentirá capaz de contar la verdad y si es necesario coger la escopeta u otro arma en un descuido (hay muchos cuchillos en la cocina) y matar por amistad.
Si en un momento dado Javier está inhabilitado para actuar (ausente, muerto o sujeto), Rosa cambiará su trato anterior por otro. Sabe que bajo una baldosa de la cocina Javier guarda el dinero que gana con estas novelas que vende por canales poco éticos, a editores poco escrupulosos que están dispuestos incluso a distribuir en régimen de mercado negro. Actualmente hay ahí el doble del dinero que los personajes iban a percibir por devolver a Rosa. Por supuesto, en el otro lado de la balanza está el obtener mala reputación por no terminar un trabajo, pero… ¿Acaso los sentimientos de estas dos amigas no cuentan? Solo quieren marcharse lejos de sus respectivos pasados y vivir. Rosa nunca ha estado trastornada, simplemente es demasiado valiente y diferente para la sociedad en la que se mueve de la Guardia. Eva necesita de alguien que la cuide. ¿No podrían mirar para otro lado esta vez? El final de la historia sobrepasa lo que podemos saber, pues cada mesa de juego tirará por una vía al menos ligeramente distinta. Cada persona de la mesa de juego interpretará la compasión, el deber, el egoísmo o la generosidad de su personaje como prefiera.