Número: 153. 4ª época. Año XXI ISSN: 1989-6289
El viento provoca remolinos de polvo en la cuarteada superficie del desierto del escorpión. La arena refleja sin piedad los abrasadores rayos del sol. Y en este lugar inhóspito, donde duros arbustos raquíticos crecen aquí y allá, camina un grupo de peculiares lagartos de tres varas de longitud, con una vela, repleta de protuberancias, a su espalda: los lagartos vela.
Para las tribus locales cruzarse con un grupo de estos reptiles se considera un signo de buen augurio: si hay lagartos vela en la zona eso significa que hay algún oasis cercano o similar. Estas criaturas son ramoneadores, con dientes planos y fuertes perfectos para masticar las duras plantas del desierto. Aquellos poco familiarizados con la fauna local suelen confundirlos con los dimetrodones (más grandes, más feroces y, lo más importante: carnívoros), por eso muchos, al ver las velas a lo lejos, prefieren no aventurarse y los esquivan. Pero nada más lejos de la verdad. En realidad algunas veces son precisamente los lagartos vela las presas preferidas por algunos dimetrodones.
A pesar de su aspecto, los lagartos velas son bastante dóciles. Suelen pasar largas horas con su vela al sol para calentarse y se les considera un exquisito manjar para la caza.