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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

Ricardo "El Truco" Martínez

Ricardo «el Truco» Martínez. Imagen del autor.

Ricardo miró el reloj con resignación, aún faltaban cinco minutos para que empezara el combate. Estaba sentado en el vestuario, rodeado de sudor, sangre y olor a derrota. A su lado, estaba Anezka Mazza la mujer que le había dado una segunda oportunidad en la vida. O eso decía ella.

—¿Estás listo, Ricky? —le preguntó ella, con una voz dulce y venenosa.

—Sí, claro —mintió Ricardo, sin mirarle a los ojos.

—Recuerda lo que tienes que hacer. Aguantas dos asaltos, y luego te dejas caer. No quiero que te hagas el héroe. Ya sabes lo que te pasará si me fallas... —sentenció la mujer con un tono amenazante.

—Lo sé, lo sé —asintió Ricardo, con resignación.

—Muy bien. Entonces, vamos a ganar mucho dinero hoy. Tú, yo, y los que han apostado por tu derrota. Porque tú eres el mejor perdedor que he conocido, Ricky. El mejor truco que he visto en mi vida.

Anezka se levantó y le dio golpecito en el hombro. Luego, salió del vestuario, dejándolo solo con sus pensamientos. El boxeador se levantó y se miró al espejo. Vio el reflejo de un hombre de cuarenta años, con el rostro marcado por las cicatrices, el escaso pelo que aún le quedaba de color canoso y la mirada vacía. No reconocía al joven que había sido, al seminarista que había querido ser sacerdote, al mago que había querido evangelizar con su arte. Esa persona había muerto hace mucho tiempo, en un accidente de coche que le había cambiado la vida.

Ricardo se puso los guantes y se dirigió al ring. El público le abucheó al verle. Nadie le respetaba, nadie le admiraba, nadie le quería. Solo era un perdedor profesional, un fraude. Subió al cuadrilátero, saludo al público de una forma maquinal y se enfrentó a su rival, Francisco "La Mula Francis" García, el campeón invicto de los pesos pesados. Francisco le miró con desprecio y le dijo:

—¿Qué haces aquí, viejo? ¿No te das cuenta de que no tienes ninguna oportunidad? ¿Por qué no te retiras y me dejas el título?

—No estoy aquí por el título respondió Ricardo, con voz firme.

—¿Ah, no? ¿Entonces, por qué estás aquí? ¿Por el dinero? ¿Por el placer de recibir una paliza? ¿Por el gusto de hacer el ridículo? — La Mula empezó a reírse

—Estoy aquí por mí —dijo Ricardo, con un destello de orgullo.

La campana sonó, y el combate comenzó. Ricardo sabía lo que tenía que hacer. Tenía que perder, como siempre. Era lo que le había ordenado Anezka, era lo que le convenía, era lo que esperaba todo el mundo. Pero algo dentro de él se rebeló. Algo que le recordó que él había sido alguien, que él MUCHOS ÉL tenía un sueño, que él podía ser un ganador. Y, por primera vez en su vida, Ricardo decidió luchar. Luchar, por su dignidad, por su honor, por su destino. ¿Qué pasaría si ganaba? ¿Qué pasaría si perdía? No lo sabía, ni le importaba. Solo estaba seguro de que tenía que intentarlo. Porque era su última oportunidad. Su última oportunidad de cambiar su vida.

Historia

Ricardo «El Truco» Martínez nació en Cunia, en el seno de una familia humilde y religiosa. Su padre era carpintero y su madre ama de casa. Tenía dos hermanos mayores, que se dedicaban al comercio y a la enseñanza. Desde pequeño, Ricardo mostró una gran inteligencia y una gran fe. Le gustaba leer la Biblia, ir a la iglesia y ayudar a los demás. También le gustaba la magia, y aprendió a hacer trucos con cartas, monedas y objetos cotidianos. Su sueño era convertirse en sacerdote y usar su magia para difundir el mensaje de Cristo.

Cuando cumplió 18 años, ingresó en el seminario, donde destacó por su dedicación y su carisma. Sus compañeros y profesores le apreciaban y le admiraban. Su forma de contar la historia de Jesús con una baraja de cartas era famosa y original. Ricardo estaba feliz y seguro de su vocación. Pensaba que había encontrado su camino en la vida, y que nada podía cambiarlo.

Pero un día, todo se torció. Ricardo volvía del seminario a su casa, en coche, con un amigo. Era una noche lluviosa y oscura, y la carretera estaba resbaladiza. De repente, un camión se cruzó en su dirección y no pudo esquivarlo. Hubo un choque brutal, y el coche salió despedido por el aire. Ricardo perdió el conocimiento, y no supo más hasta que despertó en el hospital.

Allí se enteró de que su amigo había muerto en el accidente, y de que él había sufrido graves heridas. Tenía varias fracturas, hematomas y cortes, pero lo peor era el daño cerebral, que le había afectado a la memoria, al lenguaje y a la personalidad. Él ya no era la misma persona. Se había vuelto más agresivo, impulsivo y más depresivo. No recordaba muchas cosas de su pasado, ni entendía muchas cosas de su presente. No podía seguir estudiando en el seminario, ni podía seguir practicando la magia. Su sueño se había roto, y su fe se había debilitado.

Ricardo tuvo que abandonar el seminario. Empezó a beber alcohol y a consumir drogas, para olvidar su dolor y su vacío. Empezó a frecuentar ambientes marginales y violentos, donde conoció a gente que le ofrecía dinero fácil y placer rápido. Empezó a meterse en problemas, y a hacer daño a los demás.

Un día, conoció a Anezka Mazza, una peligrosa mujer de la mafia italiana que le ofreció una oportunidad de salir de la miseria. Le propuso convertirse en boxeador profesional, pero con una condición: tenía que perder los combates a propósito, para que ella pudiera ganar dinero con las apuestas. Él aceptó, pensando que era una forma de expiar sus culpas.

Así nació Ricardo «El Truco» Martínez, el boxeador que se ganaba la vida perdiendo. Con el tiempo, se olvidó de su fe y de su antigua vocación, y se convirtió en un hombre amargado y sin escrúpulos. Solo le importaba el dinero y el placer, y no le importaba hacer daño a los demás.

Habilidades:

Actualidad: 12
Armas Contundentes: 18
Artes Escénicas: 6
    -Teatro: 18
Conocimiento: 3
    -Teología: 7
Conducir: 4
    -Coche: 16
Correr: 18
Idioma:
    -Latín: 6
Intimidar: 16
Nadar: 16
Pelea: 26
Seducción: 15
Trepar: 18

PV: 30
Umbral mortal: 18
Ajuste por Fuerza: 5
Alerta: 21
Andar: 7 m/as
Correr: 19 m/as
    Duración: 70 as
Esquivar: 20
Esprintar: 25 m/as
    Duración: 8 as
Iniciativa: 6,7
Resistencia al dolor: 4
Salto H: 3,2 m
    Arr., Ab.: 2,3
Umbral Mortal: 8

 

 

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Cita

«No pueden pedirnos que abandonemos a los nuestros en estas horas…»

Almirante Cunningham