Llego hasta aquí
Gremio de escritores
Invierte en ti mismo
En las sociedades avanzadas como la ciudad de Cunia, sus ciudadanos tienen inquietudes artísticas y muchos las canalizan escribiendo. No todos, pero bastantes, consiguen pasar de la fase de planteamiento a un borrador de una novela, una antología de relatos o, incluso, un poemario. Una vez conseguido esto, al escritor, aún novel, se le plantean muchas dudas. ¿Qué hacer con el manuscrito? ¿Edición tradicional o autopublicación? ¿Cómo hacer una corrección? ¿Cómo hacer una edición? ¿Cómo venderla? ¿Cómo presentarla a concursos?
Para responder a todas estas preguntas nace el gremio de escritores, un círculo privado de escritores ya consagrados que ayudan a las nuevas promesas a encontrar su camino en el no siempre amigable mercado editorial. Hacen cursos, conferencias, ponen en contacto a escritores con ilustradores, o con correctores o con maquetadores e, incluso, pueden allanar el camino hacia alguna editorial. Son bastantes los casos de títulos conocidos por sus grandes ventas que pasaron por las manos del «gremio».
El gremio de escritores no se consideran agentes literarios, aunque su trabajo bien pudiera acercarse a ello. No cobran por sus servicios, aunque no permiten que nadie trabaje gratis. Por ejemplo, si un autor quiere una portada, tiene que pagar al ilustrador. Un lema de un gremio es: «si quieres ser un escritor profesional, tienes que comportarte como un profesional». Aunque quizás la frase más conocida es «Invierte en ti mismo» que es una especie de mantra que repiten a todos los recién llegados. Si quieres avanzar en el duro mercado de la literatura, debes invertir (léase gastar dinero) en tu producto.
La cabeza visible, y uno conocido, es Ángeles Martorell que trabajó bastantes años como correctora de Random House y Planeta, pero que ahora se dedica a tiempo completo al gremio y ha dejado su antiguo trabajo. Es una mujer de unos 50 años, quizás alguno más, de baja estatura y pelo moreno (que mantiene sin canas a base de tintes). Sin embargo, su apariencia es engañosa porque es una mujer con mucha energía que es capaz de trabajar de sol a sol sin desfallecer ni un solo día.
Las oficinas del Gremio están en un edificio clásico cerca de la plaza de María Auxiliadora en una de las zonas más caras del barrio Génova. Es una casa antigua acondicionada como despacho: una habitación es un almacén lleno de libros de lingüística, semiótica y similares, atrás es el despacho de Ángeles y en la tercera hay una pequeña sala de reuniones muy equipada para, según Ángeles, mantener las reuniones de los miembros del Gremio, aunque también la usa para atender a las visitas. En el recibidor hay un cartel donde reza: «No vamos a leer tu manuscrito».
Lo que la realidad esconde
No existe el Gremio ni los prestigiosos escritores que forman parte de él. Todo es una fachada con la que Ángeles, que tampoco ha trabajado nunca para Random House o Planeta, atrapa a escritores cargados de ilusión. La oficina es la antigua casa de su abuela que acondicionó para su engaño.
Empezó cobrando a los escritores por servicios que, en realidad, no prestaba. Ella era la que hacía las portadas o la que hacía las correcciones por las que los escritores cobraban tarifas profesionales, pero abandonó aquel fraude porque implicaba mucho trabajo y se obtenían beneficios bastante pobres. Y porque alguien (posiblemente el propio Don Víctor) le hizo una oferta de esas que no se puede rechazar.
Ahora ha externalizado ese trabajo y por una pequeña comisión lo sigue prestando como tapadera del Gremio, pero su verdadera ocupación consiste en la falsificación de manuscritos de escritores famosos (y muertos). Trabajan en dos campos: obras reales y falsas. De las primeras, falsifican el manuscrito original (o si este existiera) una copia intermedia entre la versión inicial y la finalmente publicada, finales diferentes y variantes de personajes. De la segundas, directamente copian el estilo del autor y crean una obra nueva y póstuma.
Seguro que has leído noticias en los periódicos sobre manuscritos encontrados en viejas cajas de un almacén, en inventarios de bibliotecas, en tiendas de anticuarios. Pues bien, ahora sabes que es el Gremio quién las puso ahí. ¿Acaso pensaste que todas esas canciones de Bob Marley tras su muerte realmente las había escrito él?