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Submarino Cunia
Una de las atracciones de las playas de Cunia es este submarino que tiene su base en una pequeña cala artificial en Barrio Viejo. Tiene gran parte del casco modificado con gruesas planchas de metacrilato y gran parte de su interior ha sido remodelado para admitir cómodas sillas para observar el fondo marino. El submarino Cunia, aunque su nombre oficial es el SCU-010, es una nave de recreo para turistas que permite ver la costa de Cunia desde una perspectiva bastante particular. Cuenta con una cámara de inmersión que permite a los pasajeros salir y entrar del buque mientras está sumergido, ideal para submarinistas que quieren probar otras experiencias. El viaje no es barato, 30 euros, pero la experiencia merece la pena. Los submarinistas dicen que la costa de Cunia es una de las mejores para este deporte.
Fotografía en el puente del Submarino Cunia. Se supone que es una fotografía del submarino original, pero es falsa.
El submarino Cunia es un submarino de la clase Gato de los Estados Unidos que aunque fueron construidos en la Segunda Guerra Mundial, permanecieron en servicio hasta finales de los años 60. Alfredo Duarte se lo compró a los estadounidenses como chatarra para desguace, pero murió antes de iniciarse el desmantelamiento y su heredero, Marcos Duarte, pensó que sería un buen reclamo turístico si lo modificaban y adecentaban un poco. Pasó varios años en dique seco con reparaciones y acondicionamiento y la familia Duarte casi se arruinó con los costes, pero a principios de los 80 consiguieron reflotar el barco. Diversos litigios con la ciudad, que se negaba a conceder la licencia para que el submarino pudiera navegar, provocaron diversos parones en la explotación comercial. En 1991, el nieto del comprador original y militar de la Armada española, consiguió solventar todas las dificultades burocráticas, aunque eso llevó al submarino, de nuevo, al dique para añadirle nuevas ventanas panorámicas y más sistemas de seguridad. Sin embargo, cuando finalmente se botó con una gran ceremonia, fue un éxito comercial y un reclamo turístico de la ciudad.
La moda se fue enfriando, pero la familia Duarte ha sabido mantener el negocio a flote. Además de las rutas submarinas en verano, alquilan el submarino para eventos sociales. No es la primera pareja que se casa bajo el mar, ni la primera convención de juegos de estrategia que se celebra en su interior. Ya no es un negocio tan boyante como antes, pero parece que la familia Duarte ha sabido capear la crisis.
El submarino no tiene ya los motores diesel y se impulsa por motores eléctricos de última generación que le permiten alcanzar 20 nudos en superficie y unos 10 sumergido. Los motores se cargan gracias a un grupo electrógeno ubicado en el puerto. Tiene una autonomía de unos 2000 kilómetros y, en teoría, alcanza una profundidad de 200 pies (nunca bajan por debajo de 70). Todo el armamento del submarino original ha sido eliminado, aunque aún conservan uno de los tubos lanza torpedos de proa para regocijo de los visitantes. Tiene una longitud de 95 metros.
Cuando entras en el submarino como visitantes, en los altavoces suena la banda sonora de La Caza del Octubre Rojo de Basil Poledouris, lo que vuelve locos a los turistas. En el interior hay una tienda de regalos con mucha mercadotecnia alrededor de los submarinos. Venden una maqueta genial de la clase gato original, la de la Segunda Guerra Mundial.
Lo que la realidad esconde
Los Duarte no compraron el submarino a los Estados Unidos sino que el buque fue robado de la armada brasileña. Sus propietarios, que no podían enfrentarse al escandalo que eso habría supuesto (o que fueron sobornados convenientemente) guardaron silencio. Tampoco sabía quién había cometido tal hurto (o no querían saberlo). No fue el único equipo militar sustraído en esa época y el origen de la fortuna de los Duarte está en el robo y venta de armas, un negocio peligroso, pero muy lucrativo.
Los papeles de la venta del submarino son auténticos, pero los Duarte compraron un cascaron inservible y lo desmantelaron, pero dejaron que el SCU-010 pasara por el que acaban de comprar. Nadie se molestó en comprobarlo.
Los verdaderos ingresos del Submarino Cunia proceden de sus viajes de mantenimiento y pruebas, los que son mucho más habituales de lo que la legislación exige. Como vehículo submarino es capaz de sortear patrullas de los guardacostas mejor de lo que ellos creen (las modificaciones no fueron solo estéticas) y su autonomía le permite ir bastante más allá de las aguas territoriales. En la ciudad de Cunia se sabe que si quieres introducir o sacar a alguien o algo fuera de la ciudad, los Duarte son tus amigos. Eso sí, no te saldrá nada barato.
Se cree que algunos fugados de Isla Diablo que se cree que acabaron ahogados, en realidad fueron recogidos por submarinistas del Submarino Cunia.