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martes, 3 de diciembre de 2024


 

El Museo de Arte de Cunia

En los años del Sexenio Democrático, durante la fallida monarquía parlamentaria de Amadeo I, se consideró que era necesario que todas las ciudades importantes de España tuvieran un museo que fuera como una sucursal del museo del Prado donde se pusieran exhibir los fondos, ya numerosos por aquella época, del museo y donde las obras principales pudieran exhibirse en prestamos temporales. Este planteamiento era una consecuencia de los pensamientos cientificistas de finales del siglo XIX. El proyecto, dada la corta duración del reinado, no se llevó a cabo, pero no se olvidó.

El proyecto hizo un amago de reaparición durante el gobierno de Eduardo Dato, pero la Primera Guerra Mundial lo hizo inviable. Reaparecería después durante la dictadura de Primo de Rivera y es aquí cuando estuvo más cerca de llevarse a cabo, hasta el punto que Cunia, que iba a ser la primera ciudad en tener su franquicia del Museo del Prado obtuvo el presupuesto para la construcción del edificio y comenzaron las obras. La dictadura no pasaba por un buen momento en sus relaciones con los intelectuales y la construcción del Museo del Prado de Cunia era una forma de compensar este tema. La obra se terminaría durante la Segunda República quienes, a pesar de ser un proyecto de la dictadura, decidieron que su importancia cultural justificaba no interrumpir las obras. Eso sí, desvincularon completamente el museo del de Madrid y lo denominaron Museo de Arte de Cunia. Además de algunas obras, el único legado que le llegó del mueso madrileño fue la disposición de las salas de las que, con las diferencias arquitectónicas en fachada, la cubierta y el menor tamaño, era una copia de la distribución del original (al menos en la parte coincidente). Un hecho inocente que marcaría el futuro de la pinacoteca cuniense.

Planta Primera

Planta Primera

Las obras se concluyeron antes de iniciarse la Guerra Civil y en algunos de sus sótanos, cuenta la leyenda, se escondió parte de los fondos del Museo del Prado. Tras la guerra, devueltos los cuadros a su dueño, el edificio se utilizó para otros fines (entre ellos, sede del gobernador civil de la ciudad), pero en 1962 recuperó su función principal y abrió como Museo de Arte de la Ciudad de Cunia. Sus primeros fondos se obtuvieron de la requisa de los bienes de varios mafiosos locales de la ciudad, pero también se alimentó de los fondos del Museo del Prado al igual que otras sedes como el Palacio de los Águila de Ávila.

Planta Segunda

Planta Segunda

La colección del museo ha ido ampliándose con los años, pero se ha especializado en obras de dudoso origen. De hecho, el museo sostiene que es la mayor pinacoteca de arte copiado del mundo y es que mucho de sus cuadros son copias de otros incautadas por la policía, la Guardia Civil o Interpol y el museo ha realizado estupendos trabajos de divulgación sobre las diferencias de estas obras con los originales. Algunas de sus copias tienen 100 o 150 años de antigüedad y en palabras de uno de los responsables casi el mismo talento que las originales. En el museo se puede descubrir una copia de las Meninas de Velázquez, tres copias de la maja de Goya (vestida, desnuda y de espaldas) o el cristo de Dalí, entre otros. La planta inferior del edificio está dedicada a la pinacoteca "auténtica", mientras que la segunda planta es la "copia" (y la parte más popular) del museo.

En la parte científica, el museo de Cunia es reconocido como uno de los centros más avanzado en la reproducción de las técnicas pictóricas de la antigüedad. A ellos recurrieron para hacer la primera copia de la cueva de Altamira (que puede observarse en el Museo Arqueológico de Madrid) o en algunas de las restauraciones más importantes (como la Gioconda que se exhibe en el Museo del Prado y que se atribuye a un alumno de Leonardo). Como expertos en reproducciones, muchos museos les consultan para certificar la autenticidad de las obras y han colaborado en muchas ocasiones con la policía para encontrar cuadros robados o perdidos.

Lo que la verdad esconde (la sala número XIII).

A semejanza del Museo del Prado, el de Cunia no tiene "Sala 13". En el museo madrileño se debe a una mal entendida superstición, pero en el de Cunia se debe a una oscura previsión de sus fundadores. La sala número 13 existe y se accede a ella a través de una puerta que está entre la sala 12 y la 14 y que lleva a una escalera que desciende dos plantas hasta un sótano donde el visitante podrá encontrar: un taller de copiado de obras maestras y una cámara donde se depositan algunas obras desaparecidas del mercado hace decenas de años (como algunas de Gustav Klimt que se creen destruidas por los nazis, el pintor de Picasso que todo el mundo cree que desapareció en el accidente del vuelo 111 de Swissair en el Océano Atlántico o La Tormenta sobre el mar de Galilea que fue robada del museo Isabella Stewart Gardner de Boston en 1990).

El museo obtiene ingresos fraudulentos de tres formas:

- Copiando cuadros que luego se utilizan por ladrones para intentar intercambiarlos por los auténticos (los copistas del museo se encuentran entre los mejores del mundo y sus técnicas de imitación de las técnicas antiguas es inigualable.

- Custodiando cuadros robados por los benefactores del museo que, a cambio de una cantidad no desdeñable más una cuota fija, se ganan el derecho de contemplar su obra siempre que quieran y una reproducción exacta para exhibirla en su casa.

- Cobrando las recompensas de cuadros robados hace años y que están en su poder. Para cobrar las recompensas siempre inventan alguna historia de casuales descubrimientos o acusan a alguien y le cuelan el cuadro en su casa o caja fuerte del banco.

 

 

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«He dicho bienvenidos, pandilla de patanes desagradecidos...»

Sgto. Instructor Gómez