Llego hasta aquí
Laser Kill
Alfonso Castillo es un veterano militar que participó, con diferentes responsabilidades, en la Primera y en la Segunda guerra del Golfo y que, además, trabajaba como responsable de pruebas para ERT (Explosivos Río Tinto. Tras la llegada al gobierno del partido socialista y la retirada de las tropas españolas de Iraq, realizó unas declaraciones que no gustaron a las nuevas autoridades: "¿Cómo que no hay armas de destrucción masiva? ¡Si se las hemos vendido nosotros!". Aunque no fue la única persona en pensar así, sí fue el único militar de grado medio que las hizo públicas en un periódico. Invitado a pasar a la reserva activa, Alfonso reunió sus ahorros y se trasladó a la ciudad de Cunia donde adquirió un negocio que iba a la ruina: Láser Disco. Rebautizándolo como Laser Kill convirtió la enorme pista de patinaje en un escenario lleno de obstáculos con una decoración muy militar (y efectista).
El local está situado en el barrio Entrecruces, casi en la frontera con el barrio Alienza, en concreto en la calle Cartagenera
En varias ocasiones, Alfonso y su local han aparecido mencionados en algunas revistas ("izquierdosas" como él las llama) valorando positivamente la labor de este local para eliminar la agresividad de los jóvenes del barrio. Ha habido intentos de organizar peleas en el interior del local por miembros de bandas rivales, pero Alfonso es un militar experto y acaba con estas disputas con bastante discreción (mejor no preguntes).
Lo que la realidad esconde
Alfonso Castillo es un traficante de armas vinculado a la ideología de extrema derecha, aunque no directamente. Algunas de las armas que tiene expuestas son de verdad (muy semejantes a las de balines de plástico) y a sus clientes se las vende con certificados falsos de armas del juego. Castillo no vende las armas como una forma de negocio, vende las armas porque está convencido que todos los ciudadanos de bien necesitan poder defenderse de la chusma callejera (e inmigrantes) que nos está invadiendo. Es muy selectivo con sus clientes, sólo venderá armas a alguien que conozca o a alguien que se presente con un cliente de confianza y nunca, nunca, le venderá un arma a un joven (y la definición de joven de este veterano militar es bastante elástica). Él no vende armas a estos novatos del asfalto que han aprendido a dispararlas en las películas de John Woo (¡qué es eso de disparar las armas de lado!); él las vende a caballeros, a señores que saben que un arma sólo se debe disparar una vez.
Las armas las obtiene de sus contactos en el ejército y en las fábricas de armas (no todos españoles) y se puede decir que son armas limpias que nunca han sido relacionadas con ningún crimen. Principalmente tiene pistolas y revólveres, aunque puede conseguir fusiles y explosivos si es necesario. No, uzis, pistolas de repetición y demás instrumentos de bandas no los trabaja.
Aunque Alfonso Castillo tiene unas ideas muy extremistas sobre algunos temas, en realidad no está vinculado a movimientos de extrema derecha, aunque nunca lo ha negado porque esa fama le ayuda a superar algunos apuros. Tampoco está vinculado a ninguna de las mafias locales (aunque vende armas a sus asesinos profesionales). Su negocio es pequeño y, por ahora, no parece molestar a nadie, ni siquiera a la policía.