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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

LOS PIZZEROS

Hasta al hijo de puta más peligroso a veces le apetece una pizza

El negocio de comida a domicilio en Cunia es, como otras muchas cosas de la ciudad, algo arriesgado. Los repartidores se deben lanzar solos a las calles de Cunia para llevar los pedidos a sus clientes, siendo blanco de varios robos, no ya del dinero que lleven encima, sino también de la mercancía e incluso de su medio de transporte. Varias bandas han intentado aplicar su negocio de protección a los repartidores, pero estos se mueven por toda la ciudad entrando en varios territorios controlados por diversas bandas y ninguna se va a lanzar a una guerra en las calles para proteger a unos pobres infelices montados en motos. El resultado es que hay zonas de Cunia en las que es más fácil conseguir una pistola que una pizza a domicilio.

Afortunadamente la ley de la oferta y la demanda es implacable. Si hay un nicho en un mercado tarde o temprano alguien aparecerá para cubrirlo. Y así, las fuerzas invisibles del mercado arrojaron al mundo empresarial a los hermanos León. Carlos y Jesús León se criaron en una de las zonas más deprimidas del barrio Libertad. A pesar de tenerlo todo en contra consiguieron abrirse camino en la vida, Jesús acudiendo a una escuela de hostelería y Carlos formándose como asistente social. Cuando terminaron su formación sus caminos profesionales se separaron. Jesús, después de varios años de trabajar como un esclavo, consiguió abrir un modesto bar en su barrio. Carlos se metió de lleno en la ayuda social. Pero Cunia es una diosa caprichosa y, si bien a veces concede dones a sus hijos, más tarde exige un alto precio. El negocio de Jesús iba de capa caída y Carlos recogía más y más frustraciones en su trabajo. Una noche, tras unas cervezas en el bar de Jesús la combinación de alcohol y desesperación trajo al mundo una idea tan descabellada que tenía que tener éxito. Decidieron montar un negocio de reparto de pizzas a domicilio un tanto peculiar. Carlos conocía un par de grupos de adolescentes con todas las papeletas para ser captados por las bandas juveniles. En lugar de ofrecerles consejo les ofreció un trabajo, repartidores. Consiguió convencer a dos o tres, a los que poco a poco se fueron sumando más. Ofrecía no solo un sueldo, sino también la pertenencia a un grupo, una vía de ser aceptado socialmente y al tiempo mantener su propia identidad. Los hermanos León bautizaron a su negocio con el poco original nombre de "Moto Pizza" pero pronto la ciudad comenzó a llamar sus repartidores como "los pizzeros". Si un pizzero era atracado, a las pocas horas una horda de motoristas furiosos armados con candados de moto, barras de bloqueo de coches y pesadas herramientas aparecía en el lugar de los hechos buscando venganza, siempre comandados por Carlos para evitar que las cosas se fueran de madre. Poco a poco los pizzeros se han ganado el respecto del resto de bandas. No es que los teman, es que realmente no merece la pena el esfuerzo de enfrentarse a ellos por los escasos beneficios que se pueden sacar de atracarles. Poco a poco se está haciendo habitual ver a estos temerarios motoristas con sus chaquetas negras con el escudo rojo de la tienda cosido en la espalda.

motopizza - fuente www.pychiglas.com

Fuente: www.pychiglas.com

Carlos es el alma de los pizzeros. Les aconseja en los momentos difícil y se encarga de contratar a los empleados más prometedores y de despedir a los más problemáticos, además de llevar las publicidad y promoción del negocio. Sabe que sus chicos no siempre hacen lo correcto, pero para él los logros conseguidos son un gran avance e intenta no intervenir a no ser que la situación se descontrole. Por ejemplo sabe que cuando dos pizzeros tienen un fuerte encontronazo entre ellos organizan la "carrera del pedido", pero como de momento nadie ha salido herido les deja seguir adelante para que creen sus propias reglas como grupo.

La carrera del pedido es una forma no demasiado violenta que tienes los pizzeros para dirimir sus diferencias en lugar de liarse a navajazos. Cuando se lanza el reto se coge el próximo pedido que vaya a salir y se hace doble. Los dos pizzeros enfrentados se lanzan entonces a una carrera por la ciudad para ser el primero en llegar. Gana aquel que primero llame a la puerta o portal del cliente con el pedido en la mano. El que pierde paga el otro pedido, además de tener que aceptar el amargo sabor de la derrota.

Jesús se dedica a organizar la cocina y a llevar las cuentas del negocio. Se reserva para él el personal menos conflictivo y más trabajador, aunque los mismos chavales le facilitan la división, ya que los empleados con más ganas de acción suelen preferir ser repartidores.

Motopizza se encuentra en la calle Cuesta de la Virgen en el barrio Libertad y cuenta con unos 10 repartidores y 5 cocineros y dependientes, además de Carlos y Jesús, que suelen estar bien en cocina, bien en su pequeño despacho, bien recogiendo las cuatro mesas que tiene el local.

 

 

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Cita

«Han tenido mucha, mucha suerte de que la guerra no haya durado unos meses más…»

Goering