Eriloe – Lluvio I, 1547

Se vuelve a avistar la ciudad flotante

Varios testigos aseguran que vieron la ciudad flotante hacia levante desde las costas del Reino Elegido. Algunos comerciantes, que aseguran que también fueron testigos de la primera aparición en el reino de Airak, afirman que se trata de la misma ciudad. Esto anularía las hipótesis que afirmaban que era un fenómeno atmosférico mal interpretado por los testigos. Las gentes del Reino Elegido, ya abrumados por su crisis económica, están a la espera de que las autoridades desvelen el misterio y, en su caso, lo destruyan. La monarquía Gerel guarda silencio, pero el Consejo de Nielburgo ha confirmado que está estudiando enviar una expedición para descubrir los misterios del fenómeno. Han dicho, no obstante, que tendrán que esperar a que vuelva a aparecer ya que, al parecer, la ciudad, o lo que sea, se mueve.

Trama El Retorno del Emperador


Detenido uno de los asaltantes del puerto de Ôs.

Como nuestros lectores recordarán (19371 Ver), un visitante de la ciudad fue asaltado y le robaron un pesado fardo con libros. El asaltado puso una recompensa por los libros, lo que, sin duda, ha agilizado la localización del delincuente, aunque los libros no se han encontrado. La guardia de la ciudad le atrapó con diferentes objetos típicos de la práctica de la magia. La víctima del asalto negó que aquellos objetos le pertenecieran, por lo que el juez dictaminó que el asaltante era un practicante de conocimientos prohibidos y ordenó que fuera arrojado al Vacío con las piernas atadas a una piedra (por si era capaz de volar). La sentencia se ejecutó de inmediato y el grito del reo se escuchó durante varios latidos. La guardia está investigando a los asociados conocidos del condenado para ver si localiza los libros perdidos. La víctima del robo, sin embargo, ha abandonado la ciudad, pero ha dejado el dinero en un avalista para entregárselo a quién recupere los libros y se los envíe. Sigue leyendo

Desde el Sótano 196 – abril 2021

Le escuchó reír y le extrañó. No es que fuera un hombre serio, pero era raro verle así entre los papeles polvorientos de su despacho alumbrado por las velas. Junto a él descanzaba una lechuza blanca con la mirada perdida en su mundo interior, casi sin moverse. En sus ya arrugadas manos temblaba un papel medio enrollado, pero legible para los avispados ojos de su ayudante.

«104 más y vamos a por los persas.»

desdeelsotano.com

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