¡Bien, mi joven mecenas! Antes de entrar en el mercado, acompáñame a este pequeño tenderete en la puerta oeste. Sí, tiene que ver con nuestra visita y es importante si no quieres que los Piolines te saluden. Todos los habitantes de esta ciudad tienen un acuerdo tácito con El Gremio. Éste controla los bajos fondos desde el más miserable al más rico mercader. Y este barrio es su feudo. Aquí, si sigues mis indicaciones, no tienes nada que temer de ellos. En esa tienda que te he indicado compra uno de esos monederos de terciopelo negro. Te espero aquí. ¡Muy bien!, aunque por tu cara veo que no sabes que esta ocurriendo. Bueno, coge tres cobres y mételos en esta bolsita y cuélgatela detrás, sí, de esta forma. ¡Claro que de un tirón te la van a quitar! Ven conmigo a este callejón, ¡y deja tu espada en su funda! Aquí estaremos tranquilos. A ver, deja que Gundemaro arroje luz sobre tus dudas. Existe una tradición en nuestra ciudad, a la que llamamos la Negra, por el saquito que ahora tienes. Si lo llenas con tres cobres, los piolines lo tomarán y sabrán que eres un conocido, a cambio, ningún otro ratero de la ciudad te volverá a molestar, y puede que te abra otras puertas. ¿Qué por qué es así?, bueno, si nos remontamos al pasado, no se si te acuerdas de que te hablé de los Zarco. Aquella familia mercader que degeneró y finalmente se extinguió. Bueno, los piolines insisten en que ellos son descendientes de los Zarco, aunque nunca, NUNCA, hablan del tema, y, los que quieren vivir una larga vida, tampoco les preguntan. Ellos son una especie de protectores de Alcázar de la Vega, mantienen limpias las calles y evitan que otros gremios, si me entiendes, entren en la ciudad. Solo roban a los foráneos y se cobran la Negra de los locales para pagar sus actividades. ¡Veo en tus ojos el deseo de aventura!, pero templa tu ansia, este gremio está muy bien protegido y nadie, excepto los altos piolines, saben su ubicación exacta. Aparte, son muy queridos en la ciudad y atacarlos equivaldría a poner a toda la villa en armas contra ti. Ahora sígueme y relájate, tomarán su premio cuando ellos quieran. Si bajamos por aquí regresamos a la puerta oeste. La amplia vía es la Avenida del Mercado. Cruza la ciudad de oeste a este y termina en la puerta al Distrito Real. Toda la calle está sembrada de tenderetes donde podrás adquirir todo tipo de mercancías. Y, si sabes donde buscar, podrás encontrar objetos muy particulares, si me entiendes. ¡Claro que tenemos tiempo para ir a comprar!
El lugar en el que nos encontramos es la Plaza del Mercado, la más grande de la ciudad. Esta misma explanada era la que, según las leyendas, se usaba en el pasado para los primeros mercados permanentes que dieron lugar a la fundación de esta ciudad. Aquí se encuentra el Templo de la Orden de Helius y el Presidio de la guardia de la ciudad. Por cuestiones políticas, se decidió que cada uno perteneciese a un barrio distinto. Ya sabes el dicho de dos gallos en el mismo corral? Sí, claro, date una vuelta, yo te espero aquí mismo.
¡Me alegro de ver todo lo que has comprado! ¡Y aun tienes la Negra a la espalda! Hoy la fortuna te sonríe. Bueno, sigamos avanzando por la avenida. ¿Ves ese árbol enorme? Es un olivo que ya existía antes del nacimiento de la ciudad. Una vez al año, recogemos las aceitunas que crecen en él. Son muy demandadas porque tienen propiedades medicinales, de hecho, la Orden de Helius usa el aceite de sus olivas en sus remedios. La plaza que rodea al árbol la llamamos plaza del Mercado Menor. Aquí, bajo este olivo, se celebran multitud de bodas, pues tenemos la creencia de que todo matrimonio realizado bajo sus ramas durará eternamente. ¡Mira! Justo ahora se está celebrando una. Sí, son dos hombres prometiéndose amor eterno, ¿tanto te sorprende? Cierto, de donde tu vienes no es una práctica reconocida, pero en esta tierra esos prejuicios no tienen sentido. Lo que más importa es el amor entre dos personas, ¿qué más da si son hombres o mujeres? Lo importante es encontrar aquella pareja que nos proporcione la felicidad por lo que nos queda de vida. Me alegra que puedas entender esto, ¡aun hay esperanzas para ti!
Hay dos tiendas permanentes en el mercado que sí merecen interés: por un lado, en la Plaza del Mercado, tenemos los almacenes de Biggum, un gnomo inventor que vende muchos cachivaches útiles para aventureros como tú; por otro lado, en el Mercado Menor se encuentra la Tienda de Hierbas de Hayana, donde uno puede comprar muchos remedios, algunos excepcionalmente caros, pero de resultados milagrosos (ver Generador de Boticario, art. 19454). Una leyenda dice que fueron las hierbas de la Hayana original las que salvaron la vida de Urraca una vez, pero, personalmente, no le doy mucho crédito.
Al final de la avenida viene la cuesta al Distrito Real, aunque es una zona en la que no debemos entrar, y menos si está anocheciendo como ahora. Sus guardias son muy celosos de su trabajo. Y no se les soborna fácilmente, tienen unos elevados salarios para evitarlo. Veré si encuentro una forma de que podamos entrar, ¡pero no te prometo nada!
Mira, cerca de aquí hay un mesón de buena reputación, el Lechón Blanco, en el que podremos cenar una exquisita carne en salsa. ¡No!, no es caro, tranquilo, y después te acompañaré a tu posada. Mañana seguiremos con nuestra visita al Barrio de los Mercaderes. Por cierto, ya no llevas la Negra, ¿no te habías dado cuenta?