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jueves, 28 de marzo de 2024


 

2x04 - La falsa piel del diente de sable

Los cazadores del grakin les habían dejado a su suerte. Después de varias noches horribles en las que algunos de sus compañeros habían desaparecido, decidieron marcharse. El Viajero, que les había acompañado, decidió marcharse con ellos y la caravana de Lobo se quedó sola, aunque no desprotegida frente al diente de sable.

Varias noches pasaron intranquilos, pero sin que les molestaran. Avanzando por el día y montando guardia por la noche. Durmiendo en un círculo con el fuego del campamento fuera de él y los guardias escondidos entre las bestias de viaje. Sin embargo, cuando las noches empezaban a parecer tranquilas y el miedo se estaba pasando volvieron a escuchar los lobos, los mismos que hicieran desparecer a los cazadores de Avalor.

-No es natural -murmura Adebbi oteando el horizonte nocturno.

-No -le responde Aarthalas quién corrobora los pensamientos del hombr4e de ébano.

-Descubramos si sangra -apunta Motaas con evidentes signos de cansancio en sus ojos.

-Porque todo lo que sangra, puede morir -sentencia Slissu.

Guardan silencio mientras la noche se va ennegreciendo y sus ojos se habitúan a la oscuridad. Todos rehúsan mirar el fuego que los seis esclavos se afanan en levantar. Lobo les ha pedido que hagan ruido que charlen y conversen como si fueran doce. Y los seis asistentes, ajenos al peligro al que les están sometiendo, se afanan a la tarea con regocijo. Sus voces se oyen en la distancia mientras el Lobo y sus compañeros se pierden en la morkana.

Latidos, latidos en la noche mientras el ruido del campamento se atenúa, mientras la caravana del Lobo se prepara para dormir. Sin embargo, los cazadores esperan; esperan en silencio sin conversas, sin respirar; esperan a que la oscuridad se mueva. Y al final obtienen su recompensa porque de una quebrada del camino se separa una de sus sombras y camina de forma no natural descendiendo hasta los inocentes durmientes. Parece una serpiente o un lagarto que se moviera tanteando cada olor, cada aroma, cada sonido.

Cuando Adebbi se alza al lado del atacante, más oscuro que la propia noche, que la propia muerte. La añagaza es revelada, el falso diente de sable es apresado y para sorpresa de El Viajero aquella sería su última matanza...

 

 

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«Si un solo bombardero sobrevuela Alemania o si una sola bomba cae sobre Berlín podéis llamarme Meier.»

Goering