Llego hasta aquí
Maniobra 501
¿Cuántas horas llevaban saltando? Habían llevado al límite al motor subespacial y parecía avisarles de que aquel iba a ser su último salto, quizás el penúltimo, pero no podían pasarse toda la vida saltando y huyendo de la misteriosa nave que les perseguía. ¿Cómo podía perseguir su rumbo a través del subespacio y cómo podía hacerlo cuando ellos utilizaban uno de los motores de última generación que les permitía girar dentro del universo paralelo? No podía detenerse a responder esa pregunta. Lo único que tenía claro es que la longitud del salto era proporcional a la demora del perseguidor. Cuanto más tiempo pasaban en el subespacio, más tardaba este en aparecer.
-¿Tienes los cálculos, Tor? -preguntó la oficial al mando.
-No es sencillo, capitán. Solo puedo hacer suposiciones -argumentó el tyrano sabiendo lo que vendría después.
-Sí o no, Tor.
-Mierda, sí, pero no me hago responsable de un error.
- Si hay un error, nadie te pedirá cuentas -y aquellas palabras lejos de sonar amables parecieron una lúgubre epifanía. La capitán Juana tableteo a toda velocidad unas últimas comprobaciones y comprobó los cálculos una vez más y volvió a preguntar: -¿Fernández, podremos?
-Si no podemos, nadie nos pedirá cuentas -respondió esta vez imitando sin mucho éxito la voz de Juana. Esta sonrió, lo bueno de los úkaros siempre es su pésimo sentido del humor.
-A mí orden, ejecutaremos la maniobra... ¿cómo vamos a llamarla?
-Bueno jefa -sugirió Arles-, considerando que es una locura, ¿qué tal maniobra 501?
-Me parece perfecto. -Esperó a que la nave enemiga estuviera a la distancia apropiada y anunció:- Atención, maniobra 501 en tres, dos, uno...
Todas las posiciones artilleras dispararon una larga andanada en unos patrones establecidos que formaban como un símbolo de pausa en el espacio. No era un aviso a su perseguidor, solo una pantalla a las salvas de torpedo que lanzaron inmediatamente detrás.
El subespacio volvió a envolverles. Afortunadamente, sus cuerpos ya se habían acostumbrado a la sensación horrible del tránsito. Incluso Tor había hecho grandes progresos al respecto.
-Todo aguanta -anuncio Fernández desde máquinas.
Pocos minutos después de saltar, giraron ciento ochenta grados y volvieron al origen en un viaje sólo unos segundos más corto. Salieron, las alarmas anunciaron que su perseguidor también lo había hecho y entonces Arles alabeo para pasar entre sus propios disparos, los mismos que hicieran antes del salto. Su rival no esperaba encontrarse con esos obstáculos. Los proyectiles antiinterceptores destrozaron mucho blindaje, pero fueron los torpedos, uno tras otros, los que acabaron con su existencia dejando a la deriva en el espacio a velocidad de salto subespacial. No tardaría en perderse en el espacio profundo y nadie volvería a encontrarla.
Cuando la Victoria B igualó sus trayectorias, descubrieron lo que habían derribado. Una mezcla híbrida entre animal, posiblemente una cría de celatán, y los ingenios mecánicos de la Unión Pangaláctica. Tendrían que abordarla y descubrir el secreto de su rastreador subespacial.