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jueves, 21 de noviembre de 2024


 

Mara espacial

La mara espacial es un pequeño organismo fruto de una simbiosis entre un silicohongo y una metalobacteria. La bacteria extrae nutrientes de los metales en los que se posa mediante un proceso enzimático conocido como oxidación cianoblástica, mientras que el hongo se aprovecha de esos nutrientes y, a cambio, gracias a su dura membrana externa, da protección a la bacteria frente a condiciones ambientales extremas. No son muy grandes, apenas unos milímetros, pero pueden extenderse por cientos de metros cuadrados.

El color de la mara espacial varía en función del tipo de hongo y del tipo de bacteria e, incluso, del entorno al que esté expuesta. Pueden ser azules oscuras (las maras más espaciales) a blancas o verdes (algunos silicohongos pueden realizar la fontosíntesis). El hongo se adhiere a la bacteria (incluso comparten penetraciones intracelulares) y ésta se adhiere a la superficie metálica mediante unos zarcillos denominados "waralos" (se pronuncia 'baralos'). La mara no sobrevive en ambientes con más del 15% de oxígeno (muere de asfixia), pero es capaz de sobrevivir en el vacío, lo que le da su nombre. Tampoco soportan bien las grandes temperaturas (por encima de 300º).

La expansión o reproducción de la Mara es bastante compleja ya que tiene varias formas de realizarla. Sobre una superficie y mientras tenga espacio para crecer, la mara se irá agrandando poco a poco. No es que crezca, sino que tanto el hongo como la bacteria se irán reproduciendo por su cuenta y creando nuevas simbiosis. Otra forma de expansión es el contacto. Cualquier roce con la mara adherirá trozos de esta a otra superficie y estos, a su vez se irán repartiendo a otras zonas. No sería la primara vez que unos operarios descuidados infectan toda la nave por andar descuidadamente por encima de la mara. Y finalmente, los silicohongos pueden reproducirse por esporas. Estas, infectadas también por la bacteria pueden crear una nueva mara allí donde caigan. Afortunadamente, en el estado de espera tienen una vida muy corta (unas horas), ya que la bacteria acaba devorando al hongo y muriendo después.

La mara espacial representa un peligro para los navegantes espaciales por diversos motivos. Muchos astropuertos no te permitirán atracar si detectan la presencia de mara en el casco exterior. El contacto con una nave con mara, aunque sea a través de una conexión umbilical, es infección segura. Si un astropuerto permitiera que una nave con mara atracara, eso implicaría su infección y, posiblemente, que cualquier nave se negara a atracar en dicho astropuerto. Si la mara es muy extensa, puede cambiar la geometría de la nave (lo que podría ser un peligro para los cálculos de los saltos subespaciales) o averiar sistemas de maniobra. Finalmente, si se ignora el problema, la mara puede llegar a perforar el casco de una nave. Se han observado casos, en restos espaciales, que han acabado devorando todo el armazón de la nave en unos miles de años.

La mejor manera de eliminar la mara es hacer una entrada atmosférica. El calor en el casco fruto de la fricción eliminará todas las bacterias y hongos y dejará a la nave limpia (una razón por la que los espaciopuertos de superficie no ponen pegas a las naves con mara). Sin embargo, no todas las naves pueden planetizar. En estos casos, se debe arrancar toda la mara de la superficie (a mano si no hay medios o mediante robot especializados), lijar toda la superficie de la nave y darle una mano de pintura especial antibacteriana [Nota: pintar una nave espacial es un proceso caro]. Esta pintura, de color azul brillante, es muy característica y delata a las naves que están en proceso de reparación tras una infección de mara. Muchos capitanes sin escrúpulos (o sin conocimientos) no pintan la nave después de rascar la mara. Es un error porque las esporas se habrán dispersado por toda la nave y si no se trata la superficie la mara volverá a aparecer en otros sitios. Algunos capitanes rascan la mara en el subespacio. Es una forma de eliminar las esporas, pero demasiado arriesgada para que merezca la pena hacerlo como rutina habitual en los procedimientos de la nave.

 

 

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«No edifiquéis mi hogar ni mi tumba, pues ellos son el espacio donde vivo y muero.»

Anónimo