Llego hasta aquí
Nos encontramos a las puertas de un hecho histórico en la historia reciente de la RFP, quizás de toda nuestra historia. Por primera vez, un Erel del Iwati de Qualer se va a dirigir al mayor Órgano Legislativo de nuestra nación. El volumen semiesférico que forma la cámara está a rebosar de asistentes. Me atrevería a afirmar que hay más senadores que planetas, pero... un momento... comienza su locución.
- Permítanme disculparme por entretenerles en sus responsabilidades y permítanme darles las gracias por su asistencia y su paciencia. Es posible que algunos esperen de mí alguna declaración oficial o institucional. Su [palabra sin traducción, posiblemente 'padre'] Ayala me comentó esta posibilidad, pero espero que mis palabras, que no son ningún tipo de declaración, no les defrauden.
He venido a hablarles de Jon Balar, un caminante de mi pueblo. Es posible que su nombre, Jon, les suene muy humano, pero deben saber que Balar habitaba en Grendell IV y que fue testigo de cómo gran parte de su familia, madre, padres, hermanos sucumbían a la enfermedad de los iroiendi. No sé si el dato consta en sus registros, pero Jon era el nombre del primer médico humano que descendió en Grendell IV y Balar adoptó su nombre como reconocimiento por su valiente (y desinteresado) trabajo. No voy a hablarles de sus decisiones tras cambiar su nombre ni del Camino que siguió a partir de entonces; sus razones son privadas, personales, como son las de cada ser de esta galaxia.
Balar descendió en un planeta cuyo nombre, permítanme, reservaré. En la superficie descubrió un mundo húmedo, con una atmósfera ligeramente enrarecida por exceso de oxígeno y una niebla que cubría de forma permanente las tierras bajas. En su exploración del mundo, casi cuando había desistido de encontrar alguna forma de vida, descubrió una construcción sencilla, pero geométrica, de una perfección en sus líneas delatadora. Posó su nave y casi al instante dos sondas robóticas le salieron al encuentro. Surgieron de la misma niebla, a su espalda, como si le hubieran estado siguiendo, pero Balar los derribó rápidamente. Con los años se había convertido en un gran guerrero y cualquier [palabra sin traducción, posiblemente 'madre] estaría muy dispuesta a perpetuar su linaje.
Fue entonces cuando los vio. Eran nuestros hermanos y vuestros hermanos, pero se acercaron a él temerosos, como si fuera un extraño. Su lenguaje era bastante primitivo, así como sus vestimentas, y a Balar le costaba mucho entender lo que le decían. Mediante gestos parecían decirle que se fuera, que huyera, pero él no supo comprender el porqué. Lo descubrió poco después: dos [palabra sin traducción, posiblemente 'robot'] habían surgido de la estructura geométrica que había desaparecido sin ruido. Sin mediar palabra, comenzaron a disparar sobre los reunidos, sheller y humanos, sin distinción. Algunos intentaron huir, pero eran sistemáticos y mortalmente precisos. Balar no se había movido, quizá fue la impresión de ver allí a un enemigo conocido, quizás fuera cobardía o quizá sabía, como alguno de los presentes, que moverse es el peor consejo frente a uno de esos demonios iroiendi. Fuera como fuera, le ignoraron y Balar no se movió aunque veía como acababan con varios de los que habían salido a recibirle. Uno de ellos se acercó buscando un mejor ángulo para sus disparos y fue entonces cuando él se movió. Saltó y golpeó con su espolón el visor, que como un ojo, ocupa el rostro de esos monstruos. Un salto, si me permiten sus señorías la digresión, bastante considerable, pues la cabeza de estas criaturas está a más de dos de sus metros. Aquello no eliminó a la amenaza, son bastante duras de derribar, pero, al menos, impidió que pudiera usar sus sensores y seguir disparando. El segundo
Hoy me dirijo a ustedes para trasmitirles las últimas palabras de Jon Balar al final de su Camino, en la seguridad de que también nos la comunicó para ustedes:
«La guerra ha comenzado»