Llego hasta aquí
NEGOCIOS
El local, a esas horas, estaba hasta los topes de gente poco recomendable. Trapicheros de medio pelo, yonquis con el mono buscando su dosis, niños pijos intentando probar el lado salvaje, y fulanas que por alguna razón, pretendían con ese maquillaje parecer valer más de lo que en realidad valían. Munak arrugó la nariz mientras paseaba la vista por enésima vez sobre los parroquianos allí reunidos. Entre tanta miseria moral, podía incluso sentir su olor. Dio un sorbo a su copa, un brebaje de color verdusco con una extraña fruta que flotaba en el denso líquido. En el holo, una serie de video clips mostraban una serie inconexa de imágenes que mezclaban tíos supuestamente duros vestidos a la última en moda callejera, niñas monas ligeras de ropa, estándar, alcohol, drogas, la proporción políticamente correcta de razas no humanas, para parecer molones y en general una imagen de estúpido desenfreno y glamour para una canción que Munak sospechaba tendría un ritmo machacón y una letra carente de gracia alguna.
Cuando acercaba la copa de nuevo para beber de su contenido, apareció por la puerta Valdés. El muy malparido llegaba, como siempre, casi una hora tarde. Sin embargo, no parecía avergonzado, a juzgar por la sonrisa de oreja a oreja que mostraba su cara, junto con su ridículo bigotillo, que por alguna extraña razón, consideraba que realzaba su atractivo. Tras cruzar el local esquivando con elegancia felina todo aquello que se cruzó a su paso, se sentó frente a Munak.
¿Qué pasa, chico?- dijo, sin dejar de sonreír.- Tienes mala cara, perdona que te lo diga… Lo mismo que está tomando él. Gracias, preciosa.- Se interrumpió al ver acercarse, solícita, a la camarera. ¿Está bueno?- dijo mientras miraba el trasero a la camarera, que se alejaba. Buen culo.- masculló para sí.
Es la bebida de moda en esta ciudad, me he informado. Supuestamente sabe bien, y es "lo último en Vettera". A mi me sabe igual que el vómito de un brakalor. Una mierda, vamos.- dijo torciendo el gesto, Munak.
Debes empezar a tomarte la vida más tranquilamente, amigo. Te va a dar algo malo al corazón.- dijo Valdés, sonriendo a la camarera, y poniéndole en la bandeja una generosa propina. La camarera sonrió.
No estamos aquí para tomar unas copas, o por el maldito ambiente del sitio, demonios. Esto son asuntos serios. ¿Lo has traído o que?
Tranqui, traaaanqui… Aquí está.- Señaló hacia su bolsillo delantero de la camisa. Asomaba un pequeño cristal de datos. Espero que hayas traído algo para ver la… mercancía.
Munak saco un libro electrónico. Tomó en sus manos el cristal que Valdés le ofrecía y descargó el contenido. Una dirección. Un código postal. Miró a Valdés. ¿Es fiable?.- dijo. Joder, Mu… llevamos un montón de tiempo en esto, en serio, y aún me lo preguntas. Lo tuyo no tiene nombre.
Esto es muy importante, no es un trapicheo de tres al cuarto…
Lo se, lo seeé.- Interrumpió Valdés.- Y te traigo lo mejor, tras tres años de búsqueda intensa
¿Quién te lo ha dado?- inquirió Munak.
Ya sabes, un amigo que conoce a uno, que conoce a otro que es primo suyo que conoce a un par de veddios que les deben un favor un día que tuvo gripe, que…
Ya, ya, no me toques los huevos, Valdés.
Mira, es serio. Tú solo has de meter la mitad de la pasta en esa dire que te he dado. La otra mitad cuando veas en las noticias que lo han hecho. Y tú y tus amigos, podréis seguir lo que quiera que hagáis en vuestro planeta de segunda. Sin ánimo de ofender.- Sonrió, pero Munak le respondió con una mirada entre desprecio y enfado. Sacó un sobre de la gabardina y lo tendió a Valdés. En el, un par de modiums, que tras comprobar su contenido (12.000 estándar), éste guardó en su chaqueta, despreocupadamente. Sonrió de nuevo.- Bueno, amigo. Parece ser que aquí acaba nuestro largo periplo comercial. Te deseo suerte, Munak. Espero que conseguir tu sueño te haga sonreír más a menudo.- Se levantó de la mesa, bebió el contenido de la copa de un trago, y se fue en dirección a la puerta.
Munak esperó un rato más, sumido en sus pensamientos. Si todo salía bien, ya no quedaría mucho tiempo de esconderse. Y las cosas mejorarían. Tras acabar lo que quedaba de su copa con una mueca de disgusto en el rostro, pagó el importe exacto de la copa, y salió a la calle. Hacía demasiado calor en este planeta, un aire demasiado seco. Añoraba estar en casa. Subiéndose a un aerotaxi, se dispuso a hacer las pertinentes llamadas, y colgar los pertinentes avisos en la red. Cuando los niños lean en las escuelas, como comenzó la Gloriosa Revolución contra la malvada Familia Real de Hormuk, no se lo creería. Pero los magnicidios empiezan en la mugre, por así decirlo, no hay glamour hasta mucho después. Sonrió para sí. Pero no había humor en su risa.