Una invitación a la casa de Galán Buendía no era baladí. Era un empresario de venia de familia bien, con un montón de negocios por toda España y algunos en el extranjero. Tenía por todo el territorio nacional unas cuantas propiedades, que iba utilizando conforme la atención que le requerían sus negocios.
Su lugar de residencia en Cunia se había vuelto últimamente el principal. Era la ciudad donde pasaba más tiempo durante el año.
También era un hecho que aun siendo una persona relevante y muy importante dentro de la gente bien de Cunia, tenía un perfil muy bajo y prácticamente ninguna noticia de su vida privada transcendía al público. Era conocido por su faceta empresarial y sus logros en sus empresas.
Y una tarde-noche de enero, envuelta en la fría humedad que acariciaba la ciudad costera Clara acudió a la cita. Galán Buendía era una persona de media edad que se cuidaba mucho por lo que aparentaba. Alto y fibrado, aún con una melena considerable y de gestos pausados y agradables, la recibió el mismo, obviando a la gente de su servicio. Sigue leyendo