Una invitación a la casa de Galán Buendía no era baladí. Era un empresario de venia de familia bien, con un montón de negocios por toda España y algunos en el extranjero. Tenía por todo el territorio nacional unas cuantas propiedades, que iba utilizando conforme la atención que le requerían sus negocios.
Su lugar de residencia en Cunia se había vuelto últimamente el principal. Era la ciudad donde pasaba más tiempo durante el año.
También era un hecho que aun siendo una persona relevante y muy importante dentro de la gente bien de Cunia, tenía un perfil muy bajo y prácticamente ninguna noticia de su vida privada transcendía al público. Era conocido por su faceta empresarial y sus logros en sus empresas.
Y una tarde-noche de enero, envuelta en la fría humedad que acariciaba la ciudad costera Clara acudió a la cita. Galán Buendía era una persona de media edad que se cuidaba mucho por lo que aparentaba. Alto y fibrado, aún con una melena considerable y de gestos pausados y agradables, la recibió el mismo, obviando a la gente de su servicio.
En el despacho, donde le ofreció una merienda frugal pero deliciosa, pasó a explicarle porqué requería de los servicios de la agencia. Antes que nada le comentó que le hacía firmar un documento de absoluta confidencialidad sobre todo lo que iban a tratar, condición indispensable para poder proceder. También le comentó que si se lo ofrecía a ella era porqué había confirmado su solvencia en su trabajo y su discreción máxima con sus clientes.
Una vez estampada la firma de Clara en el documento, Buendía pasó a exponerle su «problema».
Siendo libre como es al estar soltero, y sin visos de buscar una pareja para establecer una relación estable, se dedica organizar unas fiestas de ámbito sexual con gente de su nivel y que también son muy discretos en su día a día. Ya sean personas solteras, como parejas, de vez en cuando los invita a su casa, normalmente la de Cunia, y allí se dejan ir a sus deseos. Sean los que sean. Todo muy privado y nada conocido fuera de los elegidos.
Y resulta que en la última fiesta que acaba de celebrar ha sucedido algo. En algún momento de un intervalo de tiempo todos se durmieron. Se durmieron porqué fueron drogados o quizás algún gas los adormiló. Fuere como fuere, al despertarse y espabilarse lo suficiente, se han dado cuenta que había cierto revuelo en la casa, no achacable a su fiesta y que había desaparecido una chica del grupo de gente invitada. Una modelo danesa que hace tiempo conoce.
Este hecho ha sido puesto en conocimiento de la policía, que es la que investiga si ha desaparecido como se sospecha o que ha sucedido con ella. Lo que le importa a Buendía para contratar a Clara, sin decir nada a la autoridad, es que, además, ha desaparecido unos documentos muy comprometedores, que no deberían circular por ahí. No especifica si son comprometedores para él o para otras personas. Solo sabe que tiene que recuperarlos y con la máxima discreción. Ni siquiera se puede sospechar que ya no los tiene.
Una duda que tienen es saber si la modelo realmente ha sido secuestrada o puede que fuera ella la que los ha sustraído. Y si el secuestro es la realidad, ver si tiene que ver con el otro delito o es una coincidencia fortuita.
Le pasa una lista de los asistentes para que puedan empezar a investigar. Un pequeño y selecto grupo de gente bien y empresarios de éxito. Todos de su mismo perfil. Quizás alguna de estas personas es la causante. Siempre, por muy amigos que sea, pueden existir roces, que en algunos casos, para el otro, sean lo suficientemente graves como para acontecer lo sucedido.
También le da otra lista, esta con gente que por su relación en los negocios, ya sean empresariales o de su posición vip, pudieran intentar semejante intrusión. En principio le cuesta pensar que así haya sido pero como está claro que ha sucedido no puede menos que ofrecerle a Clara un punto de inicio para comenzar la investigación.