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Dicen que Cunia no es una ciudad para vivir sino para sobrevivir. Y aunque es una exageración fruto de la leyenda negra de la ciudad, es cierto que gran parte de la población cuniense vive en el límite de gastos. Es decir, lo mismo que gana, gasta y si se compra cosas de gran valor, la mayoría de las veces es gracias a préstamos o a ventas a plazos lo que, a la larga, redunda en una mayor deuda y una proximidad mayor al límite. Estas personas están en lo que los científicos denominan equilibrio inestable. Todo funciona, pero cualquier mínima variación de las circunstancias puede provocar el desastre o la fortuna.
En esta situación, algunas personas desarrollan cierto miedo a los cambios o, dicho de otra forma, se acomodan a su situación asumiendo que es la correcta y que no debe cambiar y asumiendo que las personas que tienen autoridad para decidir por él, están haciendo lo más conveniente. Son conformistas y, en el caso del síndrome que nos ocupa, este conformismo lo aceptan de sus jefes directos. Aunque la psicología, creemos, no lo ha incluido en su lista de síndromes, es Cunia se conoce como síndrome del esclavo satisfecho o, simplemente, síndrome del esclavo. Sigue leyendo