Los marbaganes son una sociedad obsesionada con la acumulación de riquezas y el poder. Al menos eso es lo que dicen sus detractores y razón no les falta. Lo que no alcanzan a comprender es que esta sociedad ha abrazado una filosofía radical en la que el mercado lo es todo.
Esto no significa que sean peores o mejores que las demás sociedades, a pesar del empeño en mostrarlos como villanos. Los marbaganes son capaces de amar y odiar como cualquier otro ser sintiente. Su sociedad se estructura en una comunidad de familias y clanes que son la base del grupo social de esta especie. El respeto a los mayores y las tradiciones son importantes en su día a día.
Esas tradiciones tienen su reflejo en sus costumbres sociales al relacionarse con los demás. Para ellos es un tema de vital importancia saber qué cuentas llevar en la barba, qué vestido ponerse o qué decir cuando se les invita a beber de un cuenco de té antes de cerrar un acuerdo comercial. Sin esas reglas, un marbagán está abocado al ostracismo o peor, perder enlaces y contactos futuros que le aíslen de la sociedad y le obliguen en último término a venderse como esclavo para pagar sus deudas.
Se comenta, en muchas ocasiones, que son bastante amorales, pero es una reducción simplista: para ellos, la trata de esclavos o la venta de sustancias ilegales es un nicho de negocio más y lo desarrollan con la misma energía y empeño que cualquier otra empresa. Para ellos es una oportunidad de negocio.
No son vengativos. Al contrario, son bastante tolerantes con la traición y los cambios de bando. Desde su perspectiva es simplemente una oportunidad que otra persona ha aprovechado para su propio beneficio. Del mismo modo que él hubiera hecho en otra circunstancia. A veces sorprende como aceptan las pérdidas más enormes con un pragmatismo digo de un monje contemplativo. Hasta que claro, te devuelven la bofetada.
Son muy trabajadores. Un marbagán no suele quedarse ocioso. En su sociedad el tiempo es un recurso valioso (inelástico, dirían en su jerga) y por eso hay que aprovecharlo al máximo.
Una de las facetas menos conocidas de los marbaganes es su gusto por la orfebrería, por la que llegan a pagar sumas astronómicas y la jardinería. Es raro que en sus hogares, incluso los más humildes, no tengan su zona con plantas a las que cuidan con amor y esmero.