Acampaban para pasar la noche en su camino hacia el norte. Patas, Bigotazos y Lanudo ya estaban liberados de su carga y los seis esclavos se afanaban por separarla de las patas de los animales y colocarla como a Lobo le gustaba. Los tres guerreros montaban guardia, Sonrisas preparaba el fuego para la cena y el resto de la caravana se dedicaba a otros menesteres. Fue entonces, sin aviso, cuando un estruendo sacudió la noche, un golpe sordo que hizo cimbrear sus oídos y que fue seguido por otros dos de menor intensidad en apariencia. Parecía como si el cielo se estuviera cayendo sobre sus cabezas. Todos giraron la mirada hacia la salida del sol y allí descubrieron tres regueros rojos como la sangre. Se extendían de arriba abajo muy inclinados hacia el sur; tenían un núcleo de un rojo intenso que iba dejando tras de sí una línea anaranjada que adelgazaba poco a poco. Era como si una garra de un enorme felino estuviera rasgando la existencia.
Cuando se apagó, solo hubo silencio, ni siquiera los habituales sonidos de los insectos o de los depredadores nocturnos, ni las bestias de carga, ni Kel, solo silencio.
Siguieron preparando el campamento, cabizbajos, excepto Aarthalas, Slissu y el propio Lobo. Los tres se apartaron a la oscuridad y entre susurros hablaron de lo que acababan de ver.
-He sentido como si se desgarrara la Taga -afirmó la dwandir. Si habláramos con mi gente sabría lo que significa.
-Nada bueno, no sé qué nos indica, pero no es una buena señal. Puedo saberlo sin hablar con los míos -sentenció Slissu.
Lobo meditó largo rato y sus amigos, que le conocían, respetaron su silencio. Al final dijo:
-Esto lo cambia todo. -Y los demás estuvieron de acuerdo.
A la mañana siguiente, al alba, antes de comenzar los preparativos, sentó a todos alrededor del fuego de Sonrisas. Esta, como siempre, les saludó con un humeante caldo que arrancaba los fríos y, esperaba, los miedos de la noche. Lobo espero a que todos se hubieran servido, luego lo hizo él y anunció:
-Volvemos a casa. Cuando lleguemos, seréis libres de ir dónde queráis. -Su mirada recorrió a la audiencia. Solo Kel se atrevió a decir algo:
-¿Habrá sitio para todos en tu casa?