2009 sigue siendo un mal año para Clara. Aún no hace un año del asesinato de Pedro, su hermano, y un poco menos de que decidiera reciclarse en detective privada, asumiendo la dirección de la agencia que este tenía. Sus ahorros están sirviendo para adecentar las oficinas y empieza a ir justa de efectivo.
Esta siendo dura la transición, pero no tiene reproche alguno con los trabajadores que tenía su hermano. Prácticamente eran parte de esa «familia» que hay gente que se crea en el trabajo, y esa misma «familia» ya forma parte de Clara, tanto en la parte afectiva como en la profesional.
Son tiempos ciertamente duros, pero que con el esfuerzo de todos (Leopoldo, Andrés y Elisenda) van sorteando las penurias monetarias. Se nota que todos se dedican a un trabajo que les apasiona y están contagiando a Clara. Tiempos duros que reclaman dedicarse a casi cualquier caso que cruce su puerta rogando por su atención.
Como el caso que les ocupa en la actualidad. Pablo Sirvent, personaje «cosmopolita» y de cierto estatus de la sociedad cuniense, al que no se le conoce filiación alguna, reclama sus servicios, que pagará gustosamente, para que le resuelvan un asesinato familiar. Ya que la policía no parece interesada (?) ha decidido contratar sus servicios.
El asesinato en cuestión tiene como cadáver a su loro Esteban, especie Lori Arcoíris, que llevaba con él desde hacía 16 años. Durante una de sus habituales ausencias mientras vive la vida por Europa y América (trabajando su estatus, diría Pablo) alguien accedió a su vivienda y lo mató, envenenándolo. Y no cometió ninguna otra fechoría en su domicilio. Tiene a 3 personas a su servicio, atendiendo sus necesidades o cuidando la casa en su ausencia. No cree que haya sido ninguno de ellos, pero desea que se investigue a fondo tamaña felonía.
Con estos escasos mimbres inician una investigación «a fondo». Está claro que no quieren a un cliente insatisfecho. Les va la minuta en ello.
Conversación con el servicio les permite establecer que el «acto criminal» se produjo de noche. El día anterior Esteban se encontraba en perfecto estado y a la mañana siguiente, cuando llegaron (ninguno de los tres duerme en la casa de Pablo) se lo encontraron muerto, de muerte violenta. No había saltado ninguna alarma y no había nada fuera de sitio, ni faltaba objeto alguno. Solo el loro del señorito había pasado a mejor vida. Y no, no saben quién podría haber sido, ni tan siquiera los motivos.
Hace unas pocas semanas se ve que el loro estuvo en una clínica veterinaria dado que hacia un tiempo parecía encontrarse algo pachucho. Cosas de la edad, que dirían de una persona. Estuvo ingresado unos pocos días, al cabo de los cuales volvieron a traerlo a casa, plenamente recuperado.
De este trajín de llevarlo y traerlo les comentan que se encargo la propia clínica en la persona de uno de sus trabajadores, un chaval joven. No teniendo pista alguna más en ese momento, deciden investigar a esta persona.
Y bueno, no es que encuentren nada remotamente delictivo en la vida del joven, pero sí que parece una pieza ciertamente interesante. Su ritmo de vida no parece acorde con su salario en la clínica. Y ciertas amistades tienen su qué. Es cuestión de ahondar en esta línea de investigación.