Cuando Kel mató a su primer hombre en combate cuerpo a cuerpo, tenía diez años. Y ese hombre era su padre.
Originario de los bosques dwandir, la tribu de Kel vivía en esa frontera difusa entre las llanuras y la floresta espesa que es propiedad de los dwandir. Dada su particular situación, la tribu se enfrentaba a muchas amenazas desde todos los frentes: ataques de animales salvajes, ataques de dwandir, esclavistas de todas las razas, luchas intestinas contra otros tikki? no es de extrañar que desde su más tierna infancia, Kel fuese preparado junto a muchos otros compañeros para luchar con fiereza.
Kel sobresalía como un guerrero sigiloso, audaz y capaz de reaccionar a una gran velocidad. Poco a poco, sus tareas de defensor fueron relegándose a la figura del cazador que provee comida a sus congéneres. Participaba en las tareas de defensa, sí, pero no era algo que se le designara como tarea principal. Su primera experiencia real fue contra la tribu de los orejas cortas, una tribu tikki aledaña que en ocasiones había atacado a su grupo. De hecho, Kel era fruto de uno de esos ataques y una violación sufrida por su madre en el transcurso del conflicto. Allí, sin especial ceremonia o significado para él, asesinó al que fue su padre como pudo saber después.
Andando el tiempo, Kel, harto del devenir de su gente (y hastiado un poco con su forma de vida) decidió empaquetar sus pocas pertenencias y abrirse camino hacia Aguaclara. Durante unos cuantos inviernos Kel vivió sólo donde le apetecía, quedándose unas pocas semanas. En ocasiones se unía a grupos a cambio de capturas frescas.
Kel también ha trabajado de algo que no le hace sentir orgulloso, pero tampoco le supone gran problema: ha perseguido y dado caza a seres inteligentes, bajo pago previo. Le gusta pensar que siempre se ha informado antes de si la víctima se lo merecía o no pero los hechos lo desmienten: en muchas ocasiones asesinó a personas sólo porque le pagaron bien. Y él era el instrumento de los que querían hacer el mal. Quizás es la prueba definitiva de que a pesar de todo, es un tikki.
Hace unos inviernos, Kel se unió al grupo de Lobo. Estaba por la zona y Adebbi y Aarthalas le vieron preparar de manera esmerada unas trampas para cazar unos sabrosos monos de rostro negro. Lo ingenioso de las trampas, el cuidado que ponía al usar el veneno de rana arborícola? La oferta, tras las obvias reticencias no se hizo esperar. Kel se convirtió así en el cazador de la caravana de Lobo.
Ha descubierto en Slissu un blanco para sus chistes. Pero en el fondo es aprecio hacia él: al fin y al cabo, ambos han hecho cosas malas y matado a gente que no se merecían. Incluido matar niños. Le ha oído murmurar en sueños y cree que en el fondo, son las dos caras de la misma moneda. Almas afines. Y sí, Kel habla el lenguaje ofidio pero se cuida mucho de decírselo a nadie (aunque claro, eso no ha escapado del conocimiento de Lobo, el cual mantiene su secreto a salvo).
En una ocasión, Kel tuvo un susto grande. Debido a sus creencias religiosas y al descuido, un tigre dientes de sable le atrapó con la guardia baja y casi vuelve a reunirse con los espíritus de fuego de su pueblo. Slissu le salvó y desde entonces se siente en deuda de vida con él.
Por otra parte, Kel ve a Motaas como una especie de guardián de sus dioses (al fin y al cabo, es un felino) y trata de portarse mejor de lo que se porta para ganar el favor de los espíritus felinos.
Aunque no se lo ha pedido nunca, Lobo sabe que si le necesita para acabar con alguien de manera expeditiva y sutil puede contar con él.
Se lleva de manera estupenda con los guerreros, los esclavos y con Sonrisas. De hecho comparten mucho tiempo, bebida y confidencias juntos.