A mediados de 1940 la situación de la isla de Islandia era algo confusa. Su relación con Dinamarca era abierta: la metrópolis e encargaba de las relaciones internacionales y el comercio y la isla se encarga de sus propios asuntos. Sin embargo, tras la conquista de Dinamarca por parte de Alemania, la situación política de la isla quedó un poco en entredicho. ¿Se había rendido a Alemania? ¿Era completamente independiente y podía tomar sus propias decisiones? Según el acuerdo entre daneses e islandeses la independencia era cuestión de tiempo (estaba fijada para 1944), pero aún no había llegado.
Esta misma pregunta se la hizo el gobierno británico. ¿Qué pasa con Islandia? ¿Qué ocurriría si los daneses autorizaban a los alemanes a poner bases de submarinos en la isla? Aquello provocaría el fin de los suministros navales y en un momento en el que se estaba desarrollando la Batalla de Francia y los británicos temían ser los siguientes, perder Islandia como habían perdido Noruega no estaba en sus planes. Fruto de esta preocupación nació la Operación Fork, la invasión de Islandia (la primera violación de la neutralidad de un país por parte de los Aliados).
Gran Bretaña no andaba sobrada de efectivos precisamente, pero movilizó al 2º batallón de Marines Reales para la ocasión. Era una unidad bastante bisoña (algunos no habían disparado aún ni en los entrenamientos) y pobremente armada: armas personales, pocas ametralladoras y menos aún morteros.
El embarque fue una pequeña calamidad. Los trenes con las tropas llegaron a la vez (lo que rompió la discreción necesaria), todos sabían en el puerto que los barcos iban destino a Islandia, tardaron 24 horas más en embarcar de lo previsto y, lo que es peor, parte de los suministros tuvieron que abandonarse en el puerto para no acumular más retrasos (y evitar que los submarinos alemanes se enteraran de su partida). Las tropas embarcadas aprovecharon los dos días de viaje para acostumbrarse a sus equipos (incluyendo algunos morteros recién llegados), pero la presión de la operación fue tal que uno de los soldados se suicidó (fue la única baja británica de la operación).
Mientras se acercaban a Reikiavik, el oficial naval decidió enviar un avión de reconocimiento para detectar posibles submarinos alemanes. El efecto secundario es que la población de la isla fue alertada de que algo estaba pasando (no les sobrevolaban aviones todos los días) y cuando los barcos llegaban a puerto, les estaban esperando. Esto hizo que la policía islandesa (la única fuerza armada de la isla) estuviera alertada y desplegada en el puerto. Sin embargo, el gobierno islandés creía que el barco traía al nuevo embajador británico a la isla (lo que era cierto), pero desconocía la presencia de los marines británicos en las bodegas y no dio la orden de preparar la defensa. El cónsul alemán, que también se enteró que se acercaban los británicos, intentó presionar a los islandeses para que opusieran resistencia y dio la orden de quemar todos los documentos de la embajada. El desembarco en el puerto tuvo algunos momentos tensos (sobre todo con la población civil), pero al final los británicos desembarcaron sin oposición. En el puerto estaba anclado un barco mercante alemán con unos 60 marineros armados, pero tampoco opusieron resistencia y todos fueron detenidos.
Aprovechando algunos medios de transporte locales, el batallón se desplegó y controló toda la isla en pocos días.
Operación Ícaro
Mucho antes de Fork, los alemanes ya habían puesto su ojo en Islandia dentro de unos juegos de guerra que se realizaron en marzo de 1939. Planeaban la invasión de Islandia para sorprender a sus hipotéticos enemigos (Francia e Inglaterra) y acabar obligándoles a rendirse mediante el bloqueo naval (la misma estrategia que Gran Bretaña usó en la Primera Guerra Mundial contra Alemania). El estudio estratégico de la operación concluyó que Alemania podría tomar la isla, pero que mientras Gran Bretaña y Francia estuvieran activas sería imposible abastecerla (ni por aire ni por mar). Los soldados enviados a Islandia quedarían abandonados a su suerte.
Enterados los alemanes de la invasión británica de Islandia, retomaron la Unternehmen Ikarus (operación Ícaro). Ya sabían de la importancia estratégica de Islandia y que estuviera controlada por los británicos, con lo que ello supondría para la navegación de los convoyes, no era una buena noticia. Sin embargo, en esos momentos, la logística alemana estaba empeñada en la operación León Marino (invasión de Gran Bretaña) y no había efectivos ni posibilidades de realizar la operación. En esta ocasión los mandos creían que teniendo en su poder los puertos franceses, abastecer Islandia sería menos complicado, aunque no sencillo.
El Fall Ikarus (otro nombre de la operación Ícaro) resurgiría de nuevo en noviembre de 1942 cuando los estadounidenses tomaron el relevo a los británicos en el control de la isla. Creían los mandos alemanes que los estadounidenses no opondrían mucha resistencia en defender un territorio ajeno. Se plantearon que unos cientos de soldados podrían ocupar toda la isla (en la que había miles de estadounidenses ya). Afortunadamente para esos cientos de soldados alemanes, la descabellada idea se abandonó y se dio instrucciones para que los simpatizantes alemanes en la isla realizaran una campaña de sabotaje (que fue, al final, a lo que quedó reducida la Operación Ícaro).