Solucionados los problemas en Aguaclara, al menos en un tiempo, el grupo del Lobo decide que ya han perdido mucho tiempo y que deben continuar su hacia el norte, siguiendo el río Púrpura, hacia las tierras del principio bendecidas por la Taga.
No será un camino fácil, las dificultades de Aguaclara han afectado a algunos grakines cercanos, hay tambores de guerra en las hogueras y el frío, el frío del invierno por llegar les pillará en los caminos. Cargan con todo lo que pueden, tanto que las bestias de carga protestan lo que los esclavos no se atreven a hacer. Pero la decisión de Lobo es clara. Aguaclara es uno de los mejores mercados de la zona, hacia donde van encontrarán gente deseosa de ser propietaria de algunas de esas cosas.
Un viejo dicho de los mendwan reza: «Viajar ligero es viajar seguro» y Lobo y Adebbi lo saben. Por eso vigilan cada paso que dan y Aarthalas siempre va unos cuantos pasos por delante, caminando oculta a un lado del camino. Las noches eran peor porque eran un blanco más sencillo y podrían atacarles en la oscuridad. Las guardias, en parejas, no tranquilizaban a veterano comerciante.
Cuando el enemigo apareció en el camino, al mediodía, se sorprendió. Era uno de los candidatos a jefe del grakin al que habían dejado un poco resentido y humillado en la ciudad de Ursus. Debía haber cogido un camino más largo, pero al viajar más ligero les habían adelantado, quizás por el otro lado del río y por eso no les habían visto. Junto a él había otros dos guerreros, igual de grandes y enfadados que su líder. No se veía, pero debería haber más como ellos en las quebradas y las rocas a ambos lados del paso. Un buen lugar para una emboscada.
Una fecha de Aarthalas se clava en el líder de los bandidos, sin aviso, solo con el ruido del ulular del vuelo de la saeta. Al instante un segundo hombre grita a la derecha, una muerte rápida. Los bandidos, desconcertados, deciden atacar. Una mala decisión.