Lobo es el líder de una de las caravanas más notorias que cruzan el continente de punta a punta. Famosa no por sus actividades comerciales sino por su incansable ansia de aventura.
A pesar de los rumores que se mencionan sobre él en las canciones: «un humano nacido en las llanuras un frío invierno bajo un hermoso augurio: la druma brillaba con toda su intensidad esa noche». Lobo nació una noche de verano con el nombre de Petirrojo en una pequeña aldea en las llanuras del norte que dan paso a las estepas. Sí es cierto que la druma brillaba con intensidad ese día, pero no maás de lo que es habitual y desde luego, no para considerarse un augurio.
Desde pequeño Petirrojo demostró una gran habilidad para la dialéctica y convencer a la gente sobre cuestiones u opiniones sin tener que recurrir a los puños para respaldarlo. En su defensa hay que decir que siempre ha sido justo y nunca se ha aprovechado de nadie que o lo mereciera con su agudo ingenio.
Otra cosa que caracterizaba a Petirrojo era su ansia por viajar. Pronto se unió a los grupos de exploradores que buscaban rebaños para la caza, para poder ver qué le rodeaba. Sin embargo, incluso eso se le quedó pronto pequeño. Por lo que no tardó en unirse a una caravana humana que realizaba un circuito trianual por la región.<
Con esta caravana aprendió los secretos del oficio y se destacó por ser un alumno avispado y que pronto consiguió superar a sus maestros. Es aquí también donde la gente empezó a conocerle con el nombre de Lobo. Tras una parada en un bonito valle con varias aldeas en su interior, los lugareños pidieron a los comerciantes que les ayudaran contra una salvaje banda de ogros que atemorizaba el lugar. Parte de la caravana, convencida por Lobo, permanecieron el el lugar para ayudar a los lugareños. Su fiereza luchando contra los ogros le valió el apodo con el que se le conoce hoy en día. Sin embargo el coste fue alto, puesto que hubo pérdidas y eso provocó que los restantes miembros de la caravana se distanciaran cada vez más de él. Lobo desde ese momento decidió que iba a ser el líder de su propia caravana, asegurándose de que los hombre sy mujeres que le siguieran fueran de total confianza. Y eso es lo que hizo.
Con el tiempo, sus andaduras le llevaron a cruzar su destino con Aarthalas. Tras varias jornadas en los bosques dwandir, Lobo tuvo que hacer frente a una criatura wukránica que amenazaba con acabar con el pueblo del Lapislázuli del Amanecer, el clan al que pertenece Aarthalas. Y desde ese momento, Lobo y Aarthalas tienen una deuda el uno con el otro. Y se protegerán hasta el fin de sus días.
A medida que su fama crecía su audacia no conocía límites y se internó en las Marismas H’sar, quizás movido por un ansia egoísta de notoriedad. Allí se vió envuelto en una disputa sucesoria entre H’sar de ascendencia noble, una disputa que amenazaba con escalar en violencia y extenderse a otros pueblos. Cosa que hizo. Dada la convulsa situación de la zona, Lobo reconsideró su postura y decidió no añadir leña al fuego. Sslisu aparece entonces, como un H’sar caído en desgracia que estaba a punto de ser ejecutado acusado de subversor del orden. Los ardides de Lobo, que se encontraba en el pueblo (y que sabía lo importante que es un chamán para una caravana) consiguió salvarle de una muerte segura usando para ello las propias leyes H’sar en contra de estos. Como efecto colateral, Lobo descubrió que rescatar a alguien de ese destino obliga por honor a defender a su salvador con la vida, si es necesario. Así entro Slisu en la caravana.
Lobo ha estado en contacto con todas las culturas imaginables y eso le ha proporcionado una capacidad enorme para adaptarse a ellas y sus costumbres. Dicen que es amigo personal de Ursus de Aguaclara. No es un hombre anciano a pesar de lo que se diga, ya que cuenta a su espalda sólo una treintena de inviernos.
La lanza de punta de hierro que posee, por cierto, no la obtuvo en un duelo de ingenio con un consejo dwaldur como se rumorea. Se lo robó a un zelote dwaldur que con su banda atemorizaba a las tribus humanas de la región cercana al bosque del Invierno Eterno. Los dwaldur consideran el objeto maldito y no lo han reclamado y Lobo, hombre pragmático y dado a pocas supersticiones, lo conserva desde entonces. Y no le ha dado ningún problema aún.